Los primeros rayos de Sol entraban por la ventanilla y nos tapábamos como podíamos con nuestros sacos encajonados en los asientos del coche. Estábamos a las puertas de los fiordos de Noruega y había que aprovechar el día. A levantarse! Durante toda la noche el ruido de la lluvia se había entremezclado con la caída de agua de la cascada y el río que teníamos al lado nuestro. Este es el resumen de nuestros días en el país escandinavo, agua por todos lados!!
No serían ni las 7 h de la mañana cuando recogimos todo y nos acercamos a las Tvindefossen que estaban justo frente a nosotros, a escasos metros de donde habíamos dormido. No había ni un alma, ni siquiera la tienda de souvenirs que hay en la entrada estaba abierta así que teníamos las cascadas para nosotros solos. Con algo más de 100m el agua cae en forma de cortina sobre varias terrazas que van a dar al mismo río que teníamos al lado de nuestra tienda. Tan sólo llevábamos un día y nos daba la sensación de haber visto infinidad de estos saltos, pero nos quedaban cientos por ver en nuestro recorrido. Y es que aunque muchas ni tengan nombre o no vengan señalizadas, es espectacular la cantidad de chorros que caen de las montañas con un simple paseo por cualquier carretera de esta zona de Noruega.
Continuábamos pasando por paisajes realmente bonitos entre lagos, bosques de abetos milimétricamente colocados y montañas que cada vez se iban haciendo más altas. Llegábamos hasta la puerta del valle de Naeroydalen, ya cerca de Gudvangen. En un momento dado hay un desvío que nos indica la antigua carretera que unía Oslo con Bergen, hoy en día famosa por ser una de las más empinadas de toda Europa y de nombre casi impronunciable si lo lees muy rápido, Stalheimskleiva. Las curvas cerradas con las que cuenta son algo más de 13 con una pendiente que llega al 20% en algunos puntos!
Una vez tomamos el desvío subimos hasta llegar al Hotel Stalheim, desde el cual se obtienen unas maravillosas vistas de todo el valle antes de empezar el descenso. Aquí no supimos muy bien cómo actuar ya que un cartel pone que la terraza panorámica no abría hasta las 10 h y ni en nuestros mejores sueños nos alojábamos allí, el hotel es de postín. Con un movimiento ninja a paso ligero, pasamos desapercibidos por recepción y realizando un quiebro de cintura a todos los chinos con maletones que salían de sus habitaciones, conseguimos llegar hasta la terraza, zasca! Eso ni Messi!
Y allí que estábamos con el desayuno todavía en la garganta pero admirando la profundidad del valle con el río y la carretera que quedaban en el fondo a mucha distancia. Creemos que en teoría, este hotel deja el paso a cualquiera que pase por allí, teniendo libre acceso a su terraza dentro del horario permitido, en cualquier caso merece la pena!
Los autocares de la entrada y el incipiente número de chinos que salían por la puerta nos indicaron que era momento de salir si no queríamos ir a paso de tortuga bajando la «Carretera de la Muerte» noruega. Con un movimiento preciso nos metimos en nuestro Toyota y salimos de allí «echando ostias» para empezar a bajar por la carretera. Lo sabemos, es una carretera muy estrecha y ni siquiera un triste arcén para poder parar, pero las imágenes del paisaje alrededor resultan muy tentadoras. A medida que bajamos, dos grandes cascadas se presentan a lado y lado, son la Sivlefossen y la Stalheimsfossen de 140 y 126 m respectivamente, así como el que no quiere la cosa. Espectáculo puro!
Valle de Flam y Naeroyfjord
Ya una vez abajo proseguimos por la carretera E16 hasta Gudvangen y cuando nos queremos dar cuenta estamos en el embarcadero. Ya? Esto es Gudvangen? Habíamos leído tantas veces el nombre de este pueblo que creímos que sería algo más grande o turístico, algo así como lo que nos encontramos en Flam posteriormente. Nada más lejos de la realidad, aquello son cuatro casas enclaustradas en mitad del valle y un pequeño puerto desde donde salen los ferrys a Flam y Kaupanger, ya al otro lado del Sognefjord. Eso sí, a lado y lado del pueblo se alzan altas montañas de unos 1000 m desde donde caían chorros de agua por todos lados.
Habíamos llegado temprano y ni siquiera estaba abierta la oficina de billetes, dudábamos si coger el famoso ferry para visitar Naeroyfjord allí mismo o en Flam. Una vez abrieron nos informamos de todo y decidimos comprar los billetes saliendo de Flam y llegando a Gudvangen ya que por horarios y precios nos convenía más. Tuvimos que resistirnos para no comprar el billete a Kaupanger, cruzar el Sognefjord y alargar el viaje unos días más para visitar la otra zona de los fiordos hasta Alesund, aunque quizás nuestros jefes no hubieran estado muy contentos con ese tema jeje.
Dijimos un “hasta luego” a Gudvangen y nos dirigimos a Flam por el Gudvangatunnelen, otra de las obras arquitectónicas de este país. Y es que este túnel de casi 12 km que atraviesa una pétrea montaña de roca es uno de los tantísimos que hay, de las tantísimas obras hechas por el hombre para salvaguardar las distancias con respecto a la naturaleza. Al llegar a Flam dimos una vuelta por la oficina de turismo y los puestos de comida que hay, que tenían muy buena pinta, pero eran inalcanzables para nuestro bolsillo.
Desde aquí se toma el famoso tren Flamsbana que recorre el bonito trayecto hasta la estación de montaña de Mydal a lo largo de un recorrido de 2 h. Se dice que es uno de los trayectos en tren más bonitos y empinados del mundo a través de 20 túneles en 20 km, pero la friolera cantidad de 440 NOK nos hizo elegir entre esto o el crucero por el fiordo… y ganó lo segundo de calle. En nuestro intento por hacer todo y ya que nos quedaba tiempo, cogimos el coche y fuimos siguiendo la estrecha carretera hasta Myrdal que va paralela al tren. Porque sí señores! No hace falta pagar el «pastizal», existe una carretera! La mala noticia fue que a medio camino estaba cortada por obras, pero pudimos hacernos una idea del valle de Flam. Para otra ocasión, ahí queda el apunte, hay carretera!
Entre foto y foto con las pequeñas estatuillas de trolls, hicimos un poco de tiempo por este pequeño pueblo turístico situado en la punta del Aurlandsfjord, uno de los brazos del gran Sognefjord. Se nota que hasta aquí llegan autocares y barcos de rutas preparadas para jubilados, que se arremolinan antes de subir al otro gran atractivo turístico a parte del Flamsbana, como decíamos, el crucero por el Neaeroyfjord.
Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2005 junto con el fiordo de Geiranger, el Naeroyfiord es uno de los fiordos más bonitos del mundo, un lugar donde poder contemplar todos los apelativos de este accidente geográfico. Montañas de casi 1800 m de altitud y agua de mar que se adentra llegando hasta profundidades de 500 m. Por el camino, cientos de cascadas, un paisaje completamente verde y pueblecitos pintorescos que viven su día a día en la orilla de esta maravilla.
El trayecto es de algo más de 2 horas desde Flam hasta Gudvangen y volviendo al primer punto por carretera, en unos buses con horarios que concuerdan a la perfección. El precio parte de 360 NOK por persona, siendo más caro aún el ida y vuelta y aún más caro si se trata del nuevo y silencioso barco híbrido que han puesto este año y que realiza el mismo trayecto en 1h y 30 min.
Nota: Para consultar horarios, precios y demás actividades por esta zona nos fueron de gran utilidad los siguientes enlaces: Visit Flam y Visit Norway.
Nos subimos al barco, que para colmo se llamaba igual que Ely, Lady Elizabeth y pusimos rumbo a los fiordos! El día no acompañaba mucho pero las ganas por ver de primera mano lo que tantas veces habíamos oído como uno de los must de Noruega nos podían. Dentro del barco mucha gente se quedaba en el interior por el frío que podía hacer fuera, pero justo en la proa encontramos un lugar donde disfrutar del paisaje a la perfección casi sin corriente de aire.
El Aurlandsfjord es bastante más ancho, pero no es hasta pasado el pueblecito de Undredal donde se realiza un viraje de 90 grados para adentrarse en el estrecho Naeroyfjord. Aquí en algunos puntos de orilla a orilla sólo hay unos 250 m y las montañas se alzan a los lados como si de gigantes se tratase, realmente es muy bonito.
Tras llegar por segunda vez del día a Gudvangen, el bus no llevó de nuevo hasta Flam donde pudimos disfrutar de unos auténticos sandwichs «gualtraperos» antes de dirigirnos al mirador de Stegastein. En poco tiempo nos plantamos en el pueblo que da nombre al Aurlandsfjord y que habíamos visto previamente desde el barco. Desde aquí comenzamos a subir la conocida como Snovegen o “Carretera de las nieves” que une el pueblo con Laerdal, dando lugar a uno de los tramos más bonitos del país y declarado también como Carretera Turística Nacional.
Subiendo la infinidad de curvas cada vez íbamos apreciando más el paisaje hasta llegar al mirador de Stegastein. Este mirador es completamente gratuito, se trata de una construcción en la montaña de una pasarela que sale al vacío y que en su extremo tiene una cristalera desde donde admirar el Aurlandsfjord desde las alturas. Por momentos salió un poco el Sol y nos regaló una de las imágenes más bonitas del viaje.
Cabe decir que esa misma mañana en la oficina de turismo de Gudvangen tuvimos miedo al ver los precios de esta actividad si no se viene hasta aquí en coche. Sólo el transporte hasta el mirador cuesta la friolera de 275 NOK por persona, estando a tan sólo 10 km desde Flam. Se trata de una broma? Pues no, pero por un momento creímos que cobraban entrada a este lugar y lo preguntamos, pero que no cunda el pánico, es de acceso totalmente libre.
Estuvimos tentados de seguir esta carretera o incluso de tomar el Laerdalstunnel, el túnel más largo del mundo que con sus 25 km de largo se sitúa aquí también, uniendo Aurland y Laerdal de otra forma más rápida. Además estuvo completamente financiado por el gobierno noruego y no cuesta un duro, de lo poco gratuito que uno puede aprovechar. Nos planteamos pasar dicho túnel y ver la iglesia de madera de Borgund pero a media tarde ya se nos haría demasiado y en una dirección contraria a la que debíamos tomar.
Como también lo teníamos en nuestros planes nos fuimos hasta el pueblecito de Undredal, el cual está bastante aislado a orillas de la confluencia de ambos fiordos. Para llegar aquí en coche, basta con coger un desvío de 6 km que sale de la carretera que une Flam y Gudvangen. Tras una considerable bajada llegamos hasta su pequeño puerto y paseamos por sus tranquilas calles llenas de casitas de madera, no habia ni un alma.
Su iglesia es la más antigua que se conserva en funcionamiento en toda Escandinavia y data del 1147, a pesar de no ser tan espectacular como otras Stavkirke. Justo aquí producen el famoso queso dulce hecho a base de caramelo y muy típico de esta zona. Entramos a comprar un trocito justo en la única tienda que hay, situada en una casa de color azul a orillas del fiordo. A nosotros nos gustó mucho, y su queso de oveja también, pero eso sí… como siempre carísimo! Un cuadradito que apenas cabe en un puño 6 euritos, casi nada!
Eidfjord
Ya tan sólo nos quedaba deshacer el camino y dirigirnos de nuevo hasta Hardangerfjord, ya buscaríamos algún sitio para dormir por el camino hasta nuestro objetivo del día siguiente. Nos acordamos de un pueblo bonito llamado Ulvik del que habíamos escuchado buenas referencias y hacia allí nos fuimos sin tener ni idea donde pasaríamos la noche. Este pueblo es junto con Osa y Eidfjord el último que baña las aguas del Hardangerfjord, resguardados entre montañas, muchísimas granjas y campos de manzanos en una tranquilidad absoluta.
Al llegar nos sorprendió la bonita imagen que dejaba el reflejo del agua a la entrada del pueblo, mejor lugar para dormir imposible. En otra noche donde teníamos pensado acampar libremente, recorrimos las afueras hasta dar con un sitio perfecto entre Ulvik y Osa, justo en la orilla del agua y entra montañas. Qué más se podía pedir?
A la mañana siguiente nos despertó un amanecer con muy buena pinta, seguro que haría un buen día. Poco a poco la bruma se levantaba sobre las aguas del fiordo dando lugar a un paisaje incluso místico. Nos sentamos un rato en la roca para desayunar y nos sentíamos cual vikingos en lo más profundo de su hogar, como Ragnar Lodbruk preparando su siguiente batalla, aquel lugar nos encantó.
El día prometía y por primera vez en Noruega el Sol hizo acto de presencia dejando ver un cielo azul limpio y claro. Salimos disparados para no perder tiempo dado que ese día nos quedaba mucho por ver y muchos kilómetros por recorrer hasta llegar alrededor del Preikestolen. La siguiente parada fue la zona del Eidfjord, previo paso por el puente de Hardangerbrua que con casi 1400 m está entre los más grandes del mundo, siendo el más largo de Noruega y el más largo del mundo uniendo dos túneles. Este puente se inauguró en 2013 y cruza el Hardangerfjord sustituyendo al ferry que había antes, eso si, por la gracia de cruzarlo te clavan la morterada de unos 15 euros al cambio!
Al otro lado la carretera panorámica RV7 discurre por la orilla y al fondo se sitúa el pueblo del mismo nombre, bastante apacible y tranquilo y que a sus espaldas entre tanta agua, aún nos sorprende con un bonito lago llamado Eidfjordvatnet. Llegados a este punto la carretera empieza a subir la montaña en dirección a la meseta de Hardangervidda, hoy el Parque Nacional más grande del país y claro ejemplo de paisaje preártico teniendo una de las mayores poblaciones de renos salvajes.
Aquí seguimos alucinando con la ingeniería noruega que para salvaguardar la diferencia de altura tienen construidos dos túneles a cada cual más rocambolesco, son el Mabotunnelen y el Storegjeltunnelen. El primero de ellos se entrecruza y el segundo tiene forma de espiral, algo difícil de explicar, realmente hay que verlo para entenderlo.
Al salir llegamos hasta nuestra siguiente parada, las cataratas Voringfossen que las vemos desde su primer mirador. Estas dos cataratas están entre las más visitadas del país, siendo el salto más grande con 182m. Siguiendo la carretera podemos llegar al parking del Hotel Fossli, desde donde se obtienen las mejores vistas de todo el valle de Mabodalen. Efectivamente, no hay color cuando sale un día bueno y disfrutamos de las vistas con la boca abierta durante un buen rato. Ojo porque la seguridad desde el primer mirador es inexistente y la caída es mortal, de hecho nos encontramos con una placa de alguien que murió allí mismo.
Deshacemos el camino quedándonos con las ganas de visitar más profundamente la meseta del Hardangervidda y volvemos hasta Eidfjord. Aquí decidimos darle una oportunidad a un lugar que acabábamos de leer en la Lonely Planet y que tenía buena pinta. Como todas las guías a veces acierta y otras te sale “rana”, y en este caso el lugar nos gustó. La granja de montaña de Kjeasen es de aquellos lugares que podríamos decir que se encuentran en el “culo del mundo” y no es fácil llegar hasta ella, a pesar de estar a unos 10 km del pueblo (no 6 km como dice la Lonely…). Se toma la carretera que sale de Eidfjord, llamada Simadalsvegen y que llega hasta el valle del mismo nombre. Desde aquí una pequeña indicación nos hace subir una estrecha carretera de montaña de un solo sentido con un túnel de unos 2 km hecho polvo y bastante angosto, por el cual se sube a las horas en punto y se baja a las medias.
Al llegar nos encontramos con la dichosa granja que está plantada en lo alto de la montaña a unos 600 m sobre el fiordo y con unas vistas preciosas. Cuando la visitamos no había nadie y paseamos por allí como “Pedro por su casa”, aunque al parecer vive la misma señora desde hace la tira de años. Según la guía, hasta la construcción del túnel en los 70 la granja estaba más que aislada … no me extraña!
Lo que nos quedaba de día lo pasamos en la carretera de camino hacia el sur, por la bonita carretera panorámica E13. El día acompañaba y el paisaje también y lo seguiría haciendo hasta nuestro nuevo y principal objetivo: ”El peñasco”… quiero decir…. El Preikestolen!