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Maldivas, Sur de Ari: territorio del tiburón ballena

Tras la primera parte y continuando el relato de este viaje por los fondos submarinos de Maldivas, amanecíamos un nuevo día tras haber pasado la noche cercanos a la isla local de Dhangethi, al sur del atolón de Ari. Con tal diversidad bajo el agua tocaba algo nuevo por ver, así que nuestra primera inmersión sería uno de los pecios hundidos que hay en estas aguas.

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Justo en el borde del arrecife de la isla de Machchafushi y a 30 m de profundidad, reposa este imponente barco de carga hundido a propósito por el mismo resort que se encuentra en la isla. A día de hoy, esta mole de hierro ha creado un ecosistema con mucha vida pequeña alrededor. Destacan los peces cristal de diminuto tamaño que se encuentran en la popa y que se cuentan por miles y miles formando grandes bancos. Los pobres van de un lado a otro, ya que son presa fácil de muchos peces que se movían a gran velocidad para comer. Si uno pasea por la cubierta del barco se pueden ver muchísimos peces murciélago que apenas se asustan, peces globo, cirujanos, peces león, meros pequeños, peces ángel de bonitos colores, nudibranquios y demás vida pequeña.

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Ese mismo día era el indicado para ir en busca del tiburón ballena, algo por lo que habíamos llegado hasta Maldivas y un subidón para cualquier buceador. Hasta el momento nunca lo habíamos visto, pero tampoco habíamos estado en lugares tan propicios para ello. La idea que siempre habíamos tenido es verlo «de sopetón» en alguna inmersión, justo cuando menos te esperas encontrarte con ese cabezón de los mares.

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Nota: Sabemos que en lugares como Holbox e Isla Mujeres, en México se pueden ver en snorkel y en cantidad, pero teníamos la esperanza de “encontrarlo” buceando. Más fácil aún es verlos en Oslob, Filipinas que prácticamente ni se mueven de la bahía. Pero a qué precio? Y con esto no nos referimos al dinero, sino al precio que paga al animal. Aquí el tiburón ballena es alimentado artificialmente en un lugar de poca profundidad con decenas de snorkelers y barcas alrededor que llegan a chocar contra él. Además por la dieta que llevan van creciendo con carencias sin poder llegar casi a su edad adulta y haciendo desaparecer su patrón migratorio. Dentro de unas semanas iremos a este país y por supuesto, no vamos a realizar esta actividad. Desde aquí nos permitimos la licencia para animarte que tú tampoco lo hagas y en el caso que quieras, vayas a Donsol, más lejano pero al menos se le busca en alta mar y sin alimento de por medio.

Volviendo al tema que nos concierne, Maldivas, teníamos dos inmersiones y un snorkel destinados a la búsqueda del tiburón ballena. El sur de Ari es uno de los puntos donde se ve con más frecuencia, aunque no seguro al 100%, concretamente en las afueras de las islas de Dhigurah, Dhidhdhoo y Maamigili. Aquí tienen contabilizados hasta unos 65 que van y vienen para alimentarse y ser el disfrute de los buceadores.

Primero navegaríamos bordeando estas tres islas alineadas entre sí, para realizar snorkel y ver si podíamos encontrar alguno. No os vamos a engañar, la primera impresión fue muy mala, algo que no esperábamos. Cuando dieron el aviso por haber visto a uno de estos animales, nos encontramos en la zona muchas barcas con grupos de snorkel que pagan un pastizal por venir hasta aquí en busca de lo mismo. La cuestión fue que tras tirarnos al agua en la buena dirección , a pocos metros nos encontramos con el preciado ballena, un pequeño ejemplar que mediría unos 3-4 m.

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Unos segundos, eso fue lo que pudimos disfrutar del momento antes de recibir patadas, empujones, codazos y demás. Decenas de personas se abalanzaban sobre el animal, un espectáculo dantesco. Lo peor vino cuando el pobrecillo intentó ponerse en posición vertical, algo que realizan en ocasiones para coger una bocanada de agua y alimentarse de plancton. La gente aún se apelotonó más como sardinas alrededor hasta que el animal no pudo más y dijo: “Ahí os quedáis mamonazos!”. Dio dos coletazos y en menos de dos segundos se fue hacia las profundidades.

Cabreo monumental y posterior conversación con el resto. Algunos que ya habían estado por Maldivas comentaban que hasta hace no mucho se podía hacer snorkel sin tanta aglomeración de gente. De buen seguro que el boom que ha pegado el país en los últimos años con la apertura de hoteles baratos y guesthouses, no ha ayudado a tener un control sobre todo esto, y los tours de snorkel con el ballena se venderán como churros. Joder, tanto cuesta hacer una puñetera regulación?! Bueno , nosotros no podemos mandar en esto pero creemos que habría soluciones para que esto no acabe como el caso que comentábamos de Oslob, en Filipinas.

Para quitarnos la espinita empezaríamos con la primera de las dos inmersiones en busca del gigante. El escenario no variaba, así que en los alrededores de la isla de Maamigili nos sumergimos para recorrer el largo arrecife que la rodea. Formando un solo grupo, nos dejábamos llevar por leve corriente, todos ojo avizor y mirando hacia el azul por si aparecía el protagonista. No hubo suerte y tuvimos que conformarnos con las tortugas, morenas, puffers y demás pececillos que no harían sonar la señal de alarma ni una sola vez. En esta ocasión, la maraca y los golpecitos metálicos a la botella por parte de los guías, estaban reservados sólo en caso de avistar al tiburón ballena.

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Con un poco de desilusión y preocupación por los nubarrones que venían, esperamos pacientemente en la cubierta del dhoni el tiempo necesario hasta la siguiente inmersión. Ese día comeríamos tarde y nos daba igual, la cuestión era encontrar nuestro objetivo como fuese. Desde Maamigili nos movimos más hacia el noreste en dirección a Dhidhoo para probar suerte. Fue aquí donde comenzó una de las inmersiones más emocionantes que hayamos realizado, nos quedaban todavía 60 minutos aproximadamente para completar el plan.

Repitiendo el procedimiento nos tiramos como un solo grupo al agua, y justo estando en superficie yo me encontraba al lado de Xile, uno de los guías maldivos y un cachondo mental. Fue ponerse la máscara y echar un vistazo hacia abajo, para seguidamente gritar como un loco: «Whale shark!» Yo creía que era una broma, pero cuando vi que alguien más lo gritó y salieron disparados hacia abajo, corrí todo lo que pude. Poniendo aún más presión a mis ya machacados oídos, nos fuimos 20 m hacia abajo de picado pataleando como posesos. Coño que no era broma!

Por más que me esforcé en seguirle el ritmo, sólo llegué a vislumbrar la cola del animal, aunque algunos si llegaron a alcanzar la parte delantera. Aunque parezca lento con un solo coletazo avanza muchísima distancia, el ballena es más rápido de lo que nos pensamos. Pausa para volver a respirar normal y encontrar a Ely que no sabía ni donde estaba, grupo recompuesto y vuelta al ruedo.

La inmersión transcurrió como la anterior, con un entorno y fauna muy parecida, pero el ballena no volvía a aparecer. En un momento dado empiezan a dar señal de alarma  y de nuevo sale el grupo disparado hacia el azul. Nadamos y nadamos hasta que perdemos de vista el arrecife sin tener ningún punto de referencia para ver… la nada? Por más que miro hacia todos lados no logro vislumbrar ninguna gran silueta y me quedo con cara de tonto volviendo hacia el arrecife. Mis oídos comienzan a decirme: “No te pases!”, tras el carrusel de súbitos «subes y bajas» que les estoy metiendo. Como más tarde me enteré, al parecer pasaron un grupo de delfines!

Miro el ordenador y veo que no queda mucho tiempo. Quizás a la próxima ocasión podré ver al ballena? Vuelve a sonar el ya reconocible “tin, tin, tin, tin” metálico y salimos disparados detrás de la guía Silvia. Tiramos hacia el azul hasta que de repente se para y le hago gestos con cara de idiota como diciendo: «Qué pasa?!» Ella me hace señales inequívocas para que me de la vuelta… y en ese momento… la visión! Justo a mi derecha se me viene encima el cabezón y me quedo atónito observando sus puntitos blancos. Lo reconozco, soy un puñetero cegato!

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Tras unos segundos con cara de tonto, mi mente vuelve a conectar y un sinfín de pensamientos me vienen: “Dónde está Ely?”, “Dispara la cámara!”, “Mira el bicho!”, “No me queda casi aire!” Joder muchas cosas por hacer para mi mente, que en ocasiones se comporta como Homer Simpson. Consigo ver a Ely justo al otro lado del animal, que ha pasado entre medias de ambos separándonos a cada lado. Ella nada como una posesa y yo empiezo a hacer lo mismo y a filmar lo que buenamente puedo. No quiero perder la oportunidad de disfrutar del momento por culpa de las imágenes, así que intento contemplar todo lo grande que es.

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Según nos contarían luego, mediría entre 8-9 m siendo de los más grandecitos de Maldivas, aunque no del planeta ya que pueden llegar hasta los 15 m en otros lugares. Aleteo, contemplo, sigo, miro el ordenador, me queda poco… y finalmente me paro con una sonrisa de oreja a oreja dejándolo ir. Estoy muy contento y nuestro objetivo de ver al tiburón ballena como bien se merece se ha cumplido!

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Al subir todo son gritos de júbilo y alegría, nos pasamos más tiempo del normal en superficie comentando la jugada a pesar de la lluvia fina que cae. Lo hemos visto «rozando el larguero», en el último minuto, como el Iniestazo de Sudáfrica 2010 jeje. Foto de grupo en una gran tarde y a comer! Estábamos hechos polvo, un tobogán de emociones en esta inmersión de «subes y bajas» interminables y que subió la moral por las nubes para el resto de los días.

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Para esa misma tarde, teníamos preparada una visita a la isla local de Dhangethi, cercana al punto de anclaje donde dormiríamos esa noche. Era la isla natal de parte de la tripulación, que podría pasar esa noche con sus familias y nosotros visitarla y así ver como era la vida de los maldivos en una isla exenta de resorts. Fuimos a dar un paseo a través de sus calles de arena con casas bajas y algunos comercios, algo que se repite en casi todas las islas locales. El puerto, la mezquita y la escuela son algunos otros puntos que vimos, a parte de algunas tiendas de souvenirs. Son bastante duros regateando estos maldivos, no bajan tan fácilmente e incluso a veces están dispuestos a dejar ir la venta con tal de no «bajarse del burro», esto fue una tónica tanto en Malé como en Dhangethi y otras islas que visitamos.

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Ahora va de canales, buceando en los Kandus del atolón de Vaavu

A la mañana siguiente aún nos quedaría una inmersión más en el atolón de Ari, el cual había sido más que productivo y donde habíamos pasado unos días espléndidos. En Kudarah Thila nos envolvimos de nuevo en grandes bancos de pargos y disfrutamos de los simpáticos Nemos o peces payaso escondidos en las anémonas que se contaban por decenas en la cima de esta montaña submarina. Era una thila con muchísimas cuevas y formaciones muy chulas, en las que también vimos dos pulpos haciendo “guarrerida española” como diría Chiquito de la Calzada y algunas barracudas.

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A partir de aquí cambiaríamos de tercio y nos adentrábamos en otra de las variantes de buceo que existen en Maldivas. Navegamos hacia el este en dirección al atolón de Felidhoo, también conocido como Vaavu y así explorar sus canales. Aquí la corriente tiende a ser fuerte y muy fuerte también, pudiéndote llevar literalmente «a tomar por saco» y ver otra perspectiva del Océano Índico jeje.

En el primero de ellos Miyaru Kandu ya fuimos advertidos de ello, pero nos encontramos con una balsa de aceite. Nada más tirarnos una manta pasó sobre nosotros cerca de la superficie, aunque le perdimos el rastro rápido. Siguiendo por un costado del fondo del canal nos encontramos con hasta tres morenas panal, una especie para nosotros nueva ya que hasta el momento sólo la habíamos visto en fotos, realmente es preciosa. El objetivo de la inmersión era llegar hasta el “balcón” donde termina el canal y se abre al azul del océano. Aquí un gran pez Napoleón nos dio la bienvenida y poco a poco fueron apareciendo los tiburones grises. Como habitualmente muy tímidos, pero siempre omnipresentes por toda la cresta fuera del arrecife.

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Por la tarde nos esperaba otra de las sorpresas de esta ruta, uno de los puntos archiconocidos para bucear y una inmersión realmente bonita. Sumergirte en Alimathaa Pier normalmente se realiza en inmersión nocturna, pero en un acierto total por parte de los guías, acabamos realizando una mezcla de inmersión atardecer/nocturna comenzando de día y acabándola en total oscuridad. El objetivo es el encuentro “face to face” literal con los tiburones nodriza, que vienen hasta este muelle atraídos por los restos de los pescadores que faenan.

Nos metimos al agua todavía de día en la pequeña isla de Alimathaa sin ningún barco alrededor, y esto nos permitió ver a tan sólo 12 m de profundidad a los tiburones nodriza con total tranquilidad y con una visibilidad buena. De nuevo formábamos como un solo grupo y nos pusimos en círculo en el fondo, con cierta libertad para movernos.

Si bien no se realiza feeding, sí que los guías llevan un tubo con pescado en el interior donde por unos agujeritos va saliendo un sucedáneo para atraerlos. Cada vez venían más, hasta encontrarnos con unos 20-30 ejemplares. Estos son inofensivos y no dudan en revolcarse en la arena, empujarte o pararse a tu lado a ver que te cuentas, sin duda como cualquier perrito. A estos tiburones realmente dan ganas de abrazarles y tocarles, pero como ya comentamos en el anterior post: No se toca! Ni poquito ni «muchito». Ya nos dijeron que algunos tienen manchas en la piel por infecciones provocadas por algún buzo con las manos muy largas. Aparecieron en escena también varias rayas de gran tamaño nadando elegantemente alrededor y junto con los tiburones, tuvimos tiempo de sobra de disfrutarlas hasta hacerse de noche. Una pasada de inmersión que vivimos al máximo!

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En Devana Kandu y de buena mañana, nos despertamos volviendo a las inmersiones cañeras con una corriente que si bien no era extrafuerte, sí que nos hizo emplearnos a fondo, sobretodo al principio de todo el recorrido del canal. La corriente nos llevó en un periquete hasta el denominado “balcón” donde volvían a estar los tiburones grises, algunas hembras embarazadas. Acabamos en el arrecife ya más tranquilamente donde vimos algunos peces león, peces escorpiones perfectamente mimetizados y que no veía hasta que no los tenía a un palmo, labios dulces, ballestas y demás.

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La buena noticia vino nada más salir del agua, cuando desde la lejanía los guías comenzaron a avistar mantas en superficie cercanas al canal. Yo como siempre no veía ni torta y creí (de nuevo) que se trataba de otra broma. Ya encima del canal nos convencieron para quien quisiese pudiera probar suerte para verlas haciendo snorkel. Con el tubo y la máscara puestos, nos tiramos al agua la mayoría del grupo con una visibilidad muy buena, pero seguíamos sin ver nada. De repente gritos de un lado y otro: Aquí!, Aquí!

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La corriente llevadera nos llevaba poco a poco hacia dentro del canal directos hacia las mantas, que salían de este como querían y a contracorriente. El encuentro con ellas fue de frente, y una tras otra iban viniendo de cara a poquísima distancia, a veces de dos en dos. Fue brutal, un plus en el viaje. Al final un banco de rayas águila pasó debajo de nosotros pero a una distancia demasiado profunda como para verlas en condiciones, aunque ya habíamos tenido suficiente recompensa.

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Volviendo de camino por Malé Sur

Nos seguimos moviendo esa misma mañana hasta llegar al atolón de Malé Sur. Quedaban tres inmersiones para un nuevo día bastante completo y ya casi acabábamos la aventura. En Lhosfushi Kandu volvimos a ver un canal muy parecido al de hacía unas horas, aunque esta vez sin tanta corriente. Seguimos en Vilivaru Giri, el único Giri que realizaríamos en todo el viaje (montaña submarina que comienza a 3 m o menos) y que nos sorpendió muy gratamente. Aquí realizamos una inmersión por la tarde y otra nocturna, con un cambio bastante notable.

Un lugar con mucha vida pequeña y rebosante de peces donde seguimos viendo bastantes peces león y escorpiones, muchos nudibranquios incluído uno rarísimo llamado de “5 dedos” y el entrañable pez rana amarillo, que es más feo que pifio pero muy especial el pobrecillo. Por la noche muchos peces león salían de cacería y también hicieron acto de presencia aquellos que se esconden durante el día, como cangrejos ermitaños, calamares rarísimos y pequeñas gambas que te desafiaban cuando las encarabas.

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Hasta ese momento habíamos realizado ya 17 de las 18 inmersiones que nos tocaban y dejábamos el atolón de Malé Sur para ir hacia Malé Norte. La soledad que se respira en atolones más lejanos a la capital ya no está presente en Malé Sur, donde se suceden algunos resorts con excelentes playas y algunas islas más ajustadas de precio como Gulhi y Maafushi. En todo caso, se ve más ajetreo por decirlo de alguna manera.

Despedida y cierre con las adorables mantas

Último día de buceo pero no por ello menos interesante, sabiendo que tan sólo nos quedaba una inmersión… pero una que fue épica. En Lankan Beru, ya de nuevo en Malé Norte y justo donde empezamos todo esto, nos esperaba una de las paradas de seguridad más bonitas que hayamos hecho. De nuevo el objetivo eran las mantas, en una estación de limpieza precedida por un arrecife donde vimos una raya moteada de manchas negras muy bonita que nunca habíamos visto. Nada más llegar a la estación, una gran manta pasó justo por encima de nuestras cabezas. Fuimos rodeando la roca hasta situarnos en una posición privilegiada y a partir de ahí una hora de disfrute con el baile de estas maravillas del océano.

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Hubieron dos que permanecieron todo el rato y en el caso de otras iban apareciendo y desapareciendo, a veces cerca y otras veces más lejos, pero siempre con ese compás que mantienen al mover sus grandes “alas”. Iban y venían para dejarse desparasitar por los peces lábridos, que en algún momento parecían regocijarse con nuestra presencia. No nos queríamos ir de allí, pero algún momento debía ser el último. Cuando dejamos la roca vimos justo encima de nosotros un grupo de peces loro reproduciéndose, expulsando el esperma en una especie de «baile del sambito» que tenían allí montado.

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Creíamos que la inmersión ya no daba para más pero nos equivocábamos de lleno, ya que de camino al punto de salida nos encontramos con algunas más que iban en dirección a la estación de limpieza. Fuimos perdiendo profundidad sin perder de vista a las mantas que pasaban por debajo, con la compañía de algún tiburón que por allí rondaba. Al final, 75 min de inmersión con una parada de seguridad en primera línea para disfrutar de estas criaturas, fue brutal y memorable. Sin duda un broche de oro y un final feliz en cuanto a buceo se refiere. Todos nuestros objetivos superados con creces.

Malé… qué poblada eres! Por decir algo…

Se acabó lo bueno y ya tan sólo nos quedaba volver al punto de partida, Malé. Esa capital surgida en la nada más absoluta del océano y una de las ciudades más densamente pobladas del mundo. Volvíamos al mismo lugar desde donde habíamos salido siete días antes con nuestros compañeros de aventura. Esa tarde podíamos ir a visitar la capital, que aunque no tenga mucho aliciente dicho sea de paso, nunca hacemos ascos a ninguna visita. A ver que nos deparaba.

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Sin miramientos… Malé es… como decirlo… muy poco agraciada la verdad. En apenas 4 km2 se acumulan una amalgama de edificios prácticamente pegados uno tras otro. Como punto destacable y que sí nos gustó recorrer a pesar de no estar en pleno apogeo, fue el mercado de pescado y de frutas. Como en cualquier otro país asiático siempre es un aliciente pasear por el mercado local, lleno de fruta tropical y donde pudimos regatear por alguno producto local, como el Maldivian Chocolate (una barra a base de coco y miel bastante rica y barata). Buen sitio para regatear a base de bien.

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El otro punto destacable es la Gran Mezquita de Malé, hecha a base de restos de coral y situada en Chandani Magu. Está rodeada del antiguo cementerio y muy cerquita del Centro Islámico con su gran cúpula dorada. Justo en frente, hoy en día se encuentra también un monumento a las víctimas del atentado terrorista y fallido por parte de Sri Lanka, en un intento de reclamar las islas Maldivas bajo su poder.

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Sin duda lo que más nos entristeció es ver a los guías que aprovechaban la parada técnica en Malé para comprar provisiones para el siguiente grupo de buceo. Eso era un indicativo de que aquello se había acabado para nosotros y teníamos que desfilar, otros ocuparían nuestros puestos. Así es la vida!

Ya por la noche, llegó uno de los momentos que todos esperábamos, el vídeo de la semana. Carlos Terroso, uno de los guías a parte de videosub, se pelea con todo cada día para realizar un pedazo video resumen de toda la semana y que tiene recién salido del horno el último día. Ese fue el colofón de un gran viaje.

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Al día siguiente sólo tocó la despedida de un gran grupo con el que habíamos vivido esta gran aventura, que repetiríamos sin dudarlo. La gran mayoría volvía a España, a nosotros nos quedaban unos días más en Maldivas y el aeropuerto fue testigo de un hasta pronto. Muchas gracias desde aquí a todos vosotros, fue un placer! Nos vemos en el azul!

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9 comentarios

  1. Wow! Vaya fotazas que os habéis traído… Sacarnos el título de buceo está entre nuestras tareas pendientes, de momento vamos disfrutando con el snorkel. Aunque, evidentemente, no se disfruta tanto ni se ven tantos animalitos…?

    Saludos!

    • Hola Dinkyviajeros! Gracias por vuestras palabras.
      Os animamos desde aquí a sacaros el título y ver un mundo distinto del que cada día se aprende. No sólo es ponerse la botella y respirar jeje. El snorkel nos gusta aunque es conformarse sólo con un poquito de tantísimo que se puede ver ahí abajo. Si tenéis cualquier pregunta ya nos diréis.
      Un saludo!

      Robert y Ely

  2. Me encanta todo!!! Las fotos, los relatos, las reivindicaciones de la «no regulación de turistas que interactuan con los tiburones ballenas», … TODO!
    Felicidades chicos por tan detallada información. Os animo a que vayáis a Raja Ampat, es muy virgen y está muy muy remoto. La biodiversidad es espectacular, en cada inmersión vais a ver de todo, desde muchos tipos de nudibranquios hasta tiburones y rayas manta, la variedad es inmensa! y está muy bien conservado.
    Saludos, y a la espera de seguir vuestras nuevas aventuras bajo el agua.
    Carol

    • Hola Carol! Muchas gracias por tus palabras, nos ha gustado mucho tu comentario Siempre que podemos metemos caña con la explotación animal en los viajes.
      Raja Ampat estuvimos a punto de ir en 2012 en nuestro viaje por Indonesia pero se nos iba de madre el precio! Tenemos pendiente volver a aquel país que nos gustó mucho y bucear más, ya que sólo buceamos en Komodo.
      Cuando quieras pásate por aquí!
      Un saludo!

      Robert y Ely

  3. Que buenos recuerdos me trae la ruta norte de Maldivas, la hemos hecho 3 veces y seguro que volveremos porque Maldivas lo tiene todo para el buceo…buen coral, mantas y muchos, muchos tiburones.
    Nosotros acabamos de volver de hacer la gran ruta sur de Maldivas que es al menos tan buena como la norte pero con mucha menos gente…de momento, claro. Sin embargo tampoco hemos podido ver al tiburón martillo…se nos resiste…habrá que seguir buscando.

    Un saludo

    Iñaki y Ana

    • Hola Iñaki y Ana! Os tenemos fichados jeje. Precisamente hace dos años nos quedamos sin plaza para la ruta sur y estuvimos viendo vuestros posts de la ruta norte. Este pasado año por fin pudimos ir a Maldivas y no nos importaría volver con nueva ruta. Muy chulos vuestros post de buceo.
      Saludos!

      Robert y Ely

      • Está claro que el fichaje es mutuo ya que hay pocos blog de viajes con una sección tan especifica en buceo como teneis vosotros y nosotros.
        Nosotros antes de ir a cualquier destino, siempre miramos si habeis estado para poder «aprovecharnos» de vuestra experiencia.

        Un abrazo
        Iñaki y Ana

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