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Tradición y cultura en los templos de Bali
A la hora indicada el taxista ya estaba esperándonos como un clavo a la salida de nuestra guesthouse. Era un punto a su favor y una señal que indicaba a priori, que el tío era un profesional. Más tarde comprobamos que no lo era claro está.
No haremos una extensísima descripción de cada templo y de su historia puesto que hay muchísimos diarios y guías que lo harán mejor que nosotros, simplemente citaremos más o menos lo que vimos. El croquis que llevábamos preparado para visitar lo máximo posible en los tres días que disponíamos lo modificamos levemente el día anterior junto al taxista. En base a eso el primer templo a visitar era Goa Gajah.
En Goa Gajah tuvimos la suerte de verlo decorado hasta los topes por alguna celebración que debería haber más tarde. Había pequeños altares por todo el complejo lleno de incienso y flores, la verdad se veía muy bonito. Al fondo había muchísimos balineses que trabajaban con la hoja de palma para hacer adornos y otros que cocinaban y picaban carne. Todo muy pintoresco. Más abajo por donde sale la cascada hay un árbol con unas pedazo de raíces enormes. En la parte que da al bosque subimos un pequeño caminito por donde no iba nadie y se llegaba hasta otros templitos pequeños en mitad de la nada. El paisaje era relajante y acompañaba a pasear.
El taxista no era muy parlanchín pero era bastante amable y nos había requeteasegurado el precio que habíamos acordado sin problema. El dinero no sería el percance que íbamos a tener con él al tercer día. Seguidamente nos llevó a Gunung Kawi. A pesar de las centenas de escaleras que hay que bajar incómodamente con el pareo de turno (y luego subir claro está) vale la pena ver este templo incrustado al fondo de un barranco por donde pasa un río y rodeado de arrozales.
En todo el trayecto de escaleras hasta llegar abajo hay muchos puestos de souvenirs. Al ver que al pareo le íbamos a dar uso acabamos por comprarnos uno y meternos de lleno en el papel. El precio muy variable, desde un euro hacia delante.
Más tarde llegamos a Tirta Empul, uno de los templos que más ganas teníamos de ver y la verdad no nos defraudó. Casi a la entrada estaban los tan fotografiados baños donde los balineses van a rezar y alguno que otro a refrescarse. El calor apretaba y la verdad que apetecía meterse en el agua pero habiendo locales y por el significado que pueda tener para ellos el lugar lo veíamos una falta de respeto.
Al igual que en Goa Gajah más adentro del templo había por todos lados mucha decoración y gente de aquí para allá trabajando en los adornos. Pudimos ver a una especie de “cura balinés” por así decirlo, que sentado de espaldas en su pequeño altar iba dirigiendo los rezos de los locales allí congregados. El buen hombre en silencio, simplemente tocaba una campanita y se dedicaba a rociar con agua y a tirar flores a los que allí de rodillas rezaban. Una escena muy curiosa.
Se acercaba el mediodía y habíamos planeado comer en algún sitio cercano al volcán Batur. Para allí que fuimos y disfrutamos un rato de las vistas del volcán junto al lago. Habíamos leído que la zona está lleno de buffets a precio europeo así que le dijimos claramente al taxista que pasábamos de todo eso. Más o menos se adaptó a lo que queríamos y conseguimos que nos dejara en un sitio un poco más familiar y también más barato. Al final las vistas las tienes igualmente y disfrutamos de un nasi goreng más que bueno y también más que picante…
La última parada del día ya de vuelta a Ubud serían los arrozales de Tegalalang. Si bien nos gusta ver templos nos gusta aún más cuando un destino combina cultura con paisajes y naturaleza y Bali es idóneo para ello. A pesar de que como muchas cosas en este mundo sean turísticos se trata de un lugar que nos pareció increíble, precioso, perfecto. Es esa época los arrozales estaban en todo su esplendor y el verde de las palmeras se combinaba a la perfección con el de los campos ya crecidos.
La nota negativa fue el intento de un individuo de aprovecharse del turismo. En el último bancal de arriba del todo de los arrozales había un supuesto campesino que decía cobrar si querías pasar a su terreno para observar las vistas. No era mucho y me parecía bien que hiciese lo que quisiera pero desde el bancal situado justo abajo suyo la vista era igual de magnífica. A pesar de insistir mil veces no había que dejarse coaccionar.
Finalmente llegamos a Ubud y nos despedimos de nuestro taxista hasta la misma hora del día siguiente aparentemente sin ningún problema. Quedamos muy contentos y con energías recargadas después de todo el día pateando a pleno Sol. Al día siguiente tocaba igual sino más. De momento Bali ya nos había fascinado.
Arrozales e Hinduismo balinés a orillas del mar
Tras levantarnos y desayunar, la primera sorpresa de este día la tuvimos nada más salir de la pensión. A la hora acordada con el taxista se nos presentó otro balinés que no tenía nada que ver con el que habíamos conocido. Conocía nuestros nombres y nos comenzamos a fiar de su historia cuando vimos el mismo coche que el día anterior. Resulta que era el supuesto hermano del buen hombre que habíamos tenido el primer día y ese día le había pedido el favor a él para que nos llevase. Al parecer el primero había tenido que ir a un entierro, o por lo menos eso es lo que nos contó.
Nosotros no nos solemos fiar ni de nuestra sombra en los viajes, así que aún a regañadientes viendo que no tenía por qué pasar nada, aceptamos. Este nuevo taxista era mucho más dicharachero y parlanchín llegando a ser cansino y también se le notaba a leguas que quería sacar algo más si intentaba agradarnos. Comprobamos que el planning para ese día era el mismo que habíamos acordado así que en principio no habría problema.
Nuestra primera parada fue Taman Ayun otro templo de los que teníamos más ganas de ver. La única pega que le sacamos fue el hecho de que no se puede acceder al recinto donde están todas las torres con sus merus en fila. Si bien en muy bonito el recorrido lo vas haciendo alrededor de dicho recinto con un muro que molesta bastante a la hora de sacar fotografías. En cualquier caso es una de las imágenes más típicas de Bali y bien vale la pena.
En segundo lugar nos desplazamos al tan a veces criticado Tanah Lot. Cuando digo criticado claro está no es por el propio templo sino por todo lo que su alrededor conlleva. Estábamos asustados por todo lo que habíamos leído de la masificación de gente en este lugar sobretodo al atardecer. Para cambiar decidimos ir por la mañana y la verdad que la visita fue bastante agradable.
Para nada había muchísima gente y la marea estaba baja dando la posibilidad de acercarse hasta los pies del mismo. El emplazamiento es muy bonito y te permite disfrutar de la furia de las olas. Hacia la derecha mirando hacia el mar existen varios caminitos que llegan hasta el filo del acantilado para verlo desde una perspectiva más amplia.
Siguiendo con nuestro recorrido llegamos hasta los arrozales de Jatiluwih. La máxima para este sitio es que si uno es amante de los paisajes, a pesar de haber visto Tegalalang pensamos que merece la pena también ver Jatiluwih. A diferencia del terreno escarpado del primero el segundo ocupa una basta extensión de terreno. A uno se le pierde la vista viendo arrozales verdes hasta casi el infinito. Las terrazas no están tan juntas entre sí y no hay tanta pendiente, son más amplios. Se puede disfrutar de largos paseos entre las pequeñas cabañas con utensilios y vacas que tienen por allí los campesinos.
El taxista nos propuso comer por allí ya que había vistas bonitas y tal y que cual. No era lo que más nos importaba y como el día anterior le dijimos que sólo queríamos un sitio barato y de comida local. Acabamos comiendo Babiguling de nuevo y le compramos unos paquetes de arroz negro al del restaurante. Nota: (Cabe decir que uno de los paquetes venía con sorpresa. Meses más tarde y ya en casa el paquete reventó por unos insectos con pinta de alien que salieron de él y nos colonizaron toda la cocina, así que cuidado!)
Como última parada teníamos el templo de Ulun Danu Bratan que sale en uno de los billetes de rupias de Indonesia y situado a orillas de un lago. Para llegar pasamos por bonitos paisajes de montaña y el clima empezó a empeorar y mostró la peor cara de todos los días que estuvimos en la isla ya que aún sin llover comenzó a hacer frío y niebla. Nos quedamos con la imagen de los niños intentando pescar en el lago “a la antigua” con cañas de bambú.
Para ese día terminamos la ruta volvimos a Ubud y quedamos para el último y tercer día con el hermano del taxista que si bien nos había dejado la cabeza como un bombo de tanto hablar con sus historietas de rey del mundo, había cumplido con su cometido. Ya por la noche decidimos ir a cenar a un warung recomendado por el chico de la pensión. Situado en una calle llamada Goutama, perpendicular a la Ubud main Road o Jalan Raya Ubud se trata del mejor sitio que probamos en cuanto a calidad precio.
Si no me equivoco se llamaba Warung Lokal, así de simple y si bien la calle está bastante oscura y poco transitada quizá sea por eso que ofrece precios razonables y mejor comida. El sitio es muy de andar por casa, nada de finerías y está abierto a la calle pero los platos son abundantes, muy buenos y baratos para ser Ubud (menos de dos euros).
Tras la comilona no nos quedaba otra que descansar y prepararnos para el que sería nuestro último día en Ubud.
Ubud y Kupu- kupu Foundation
Nos quedaba ya tan sólo el último día en Bali y aún teníamos que ver varias cosas y en principio tener una tarde tranquila para hacer últimas compras y pasear por Ubud.
El problema surgió nada más salir del hotel al ver que a la hora acordada el taxista del primer día no venía. Los esperamos hasta 45 minutos y allí no vino nadie, así que una de dos, o había encontrado a alguien que le pagase más dejándonos en la estacada o tenía que venir otra vez su hermano y ni apareció.
No se nos pasaba por la cabeza que fuéramos a perder un día entero en encontrar un taxista a precio razonable como el primer día, así que nos dimos tela y empezamos a preguntar. Lo único que buscábamos era alguien que nos cobrase el mismo precio teniendo en cuanta que ese día se trataba de media jornada así que tampoco era tan mal negocio. Tras varios intentos un grupo de tíos con la pinta más mafiosa de todo Ubud aceptaron el trato y al final el conductor resultó ser el mejor de los tres días. El coche en el que nos llevó era una carraca hecha polvo pero nos hizo bien el servicio, molaba mucho.
La primera parada del día fue el pueblo de Penglipuran con sus cartelitos con el número de habitantes de cada casa. La verdad es que estuvo muy curioso y estaba decorado con muchísimas palmas por toda la calle principal. Muchos de los habitantes te invitan a entrar en sus casas por supuesto a cambio de dinero. No sabemos si vale la pena o no porque no lo hicimos. Está bien separarse un poco de la calle principal y meterse por los lados y parece que ahí la gente pasa bastante más de los extranjeros siguen haciendo su vida diaria.
Al fondo dirección al bosque de bambú está lo que intuimos era el templo del pueblo y consta de una pequeña zona muy bonita con más de una docena de altares pequeños, muy bonito y no había ni un alma. Muy cerca al pueblo como ya he comentado estaba toda la zona del bosque de bambú. A pesar de no ser muy bonito por estar al lado de la carretera, “poyaque” estás ahí pasas y lo ves, pero vamos sin más. La anécdota del lugar fue un toñazo de padre y muy señor mío que se pegó una chica en moto y a la cual tuvimos que ayudar a levantarse.
Seguimos nuestro recorrido para ir a parar al Templo madre Besakih. Este era el segundo lugar del que habíamos leído tantas terribles historias. Si había mucha gente que se quejaba de las aglomeraciones del Tanah Lot, en Besakih era la distancia del parking a la entrada la que era un suplicio. Además habíamos leído que a los extranjeros nos hacían aparcar abajo del todo dando paso hasta arriba únicamente a balineses. La verdad que no sé si fue por el coche que no llamaba precisamente la atención pero nuestro taxista nos dejó a una distancia ínfima respecto a la entrada, aparcando en una zona de puestos de souvenir.
En la entrada de Besakih fuimos testigos de lo que sería el mayor intento de timo de todo el viaje, nivel 100 de descaro. Una vez pagada la entrada nos dice el tío de taquilla que había que hacer un donativo obligatorio. Nos muestra una libreta que se saca de la manga de su chaleco, donde pone el nombre de un montón de visitantes y al lado la cantidad que han donado. Olía a tufo por todos lados, sobre todo por las cantidades desorbitadas que había escrito, del orden de 50, 100 incluso 150 euros.
Dudábamos muchísimo que un tal Walter Smith de EEUU hubiese donado tal cantidad y si era verdad nos parecía muy bien por él, pero ni en la entrada ponía nada y no teníamos porqué estar obligados a dar más dinero. Nuestro inglés no es para nada el de Cambridge más bien de la academia Opening, así que con todo el respeto le decimos al tío que nanai pero él insiste. Nos empezamos a cabrear y le decimos que si nos está intentando timar que eso que tenía escrito no daba credibilidad alguna. En ese momento el tío viendo que venía más gente y le estábamos tocando lo que no suena, nos pone mala cara y nos dice que tiremos pa’dentro.
El templo nos sorprendió gratamente ya que creíamos que lo único que tenía era a entrada que se ve en todas las fotos con la escalinata pero no. Nos gustó mucho la parte de arriba del todo con toda la vista sobre los tejados y un templo pequeño donde estaban rezando.
El templo de Tirta Gangga nos quedaba muy lejos para ese día y tuvimos que sacrificarlo, así que nuestra última parada fue el templo de Kerta Gosa. A pesar de ser muy pequeño es precioso con el pequeño estanque que lo rodea y las flores que se entremezclan con las estatuas. El mosaico que hay pintado en el techo es alucinante lleno de colores y dibujos muy llamativos. Tuvimos la ocasión de ver a un grupo de locales que estaban ensayando danza tradicional balinesa.
Ya de vuelta en Ubud nos despedimos de nuestro improvisado conductor y le dimos las gracias. Como dije más arriba resultó ser buen tío, eficiente y en todo momento se adaptó a nosotros. Era hora de comer y optamos por volver a la misma calle del día anterior, Jalan Goutama e ir a un warung que habíamos visto y que también nos recomendó el chico de la pensión, el Dewa Warung.
El local está también abierto al aire libre y se va subiendo por una escalera con mesas a lado y lado y la cocina al fondo y arriba del todo. Al igual que en la cena anterior no había nada de finerías simplemente buenos platos cargados y baratos, lo que nos interesa vamos. La cocina y el lavabo eran Made in Asia 100%, valía más la pena no mirar pero si no se tienen muchos escrúpulos vale la pena.
Como ya he dicho, el primer día en Ubud nos encontramos por casualidad con Begoña la fundadora de Kupu Kupu Foundation, una española muy agradable a la que habíamos visto en la tele. Ya por la tarde al ver que teníamos tiempo decidimos ir a visitar la Fundación y ver un poco lo que hacen. Se trata de un centro que acoge a personas de la zona con discapacidades físicas y que por otra parte realizan recuerdos y artesanía que luego venden en una tienda también en el centro de Ubud.
Preguntando por varios sitios fuimos a dar con el lugar situado en una calle no muy lejana al centro pero tranquila. Allí que nos presentamos y en la recepción avisaron por teléfono a la dueña ya que no había llegado todavía. Al enterarse de que había españoles por allí no dudó en decir que se daba prisa pero que por favor esperásemos.
Cuando llegó nos recibió con los brazos abiertos y nos enseñó el centro muy amablemente. En ningún momento nos pidieron nada, pero nosotros ya habíamos pensado de colaborar con material escolar para los niños. Nos enseñó las habitaciones, un pequeño gimnasio de reeducación donde van fisioterapeutas voluntarios y nos presentó a varias personas que colaboran incluyendo su marido y su hija pequeña. Decir que estuvimos dos horas hablando con ella allí sentados y se nos pasó volando.
Nos contó su historia y respondió a nuestras preguntas pero a la vez se interesó muchísimo por nuestra vida y que nos deparaba el viaje por Indonesia y aconsejándonos en varios aspectos. Gracias a su marido tuvimos la oportunidad de degustar el durian, la típica fruta del sudeste asiático que sabe muy bien pero huele fatal. La visita al centro fue una agradable sorpresa del viaje y nos permitió valorar más si cabe como hay gente que arriesga todo por un sueño y por el bien de los demás superando barreras e impedimentos en un país tan diferente. Para nosotros es digno de admiración.
Todo lo que superase un presupuesto de 8 euros para los dos en comer era un lujo o capricho así que esa última noche en Bali, tras haber hecho nuestras últimas compras en el mercado, decidimos pegarnos el homenaje e ir a cenar al Café Wayan. Situado justo en frente de nuestra guest house en la calle Monkey forest decidimos ir por cercanía y porque habíamos leído buenas críticas. La verdad que nos gustó y comimos relajadamente en una de las típicas mesas bajas donde te sientas y yo personalmente me descoyunto las rodillas. Al día siguiente cambiábamos de etapa en el viaje. Nos esperaba un avión hacia Labuan Bajo y el Parque Nacional de Komodo uno de los sitios que se quedan en la retina y que marcan un viaje de por vida.
Kanawa, un paraíso perdido en la isla de Flores
Nada más levantarnos y desayunar nos despedimos de la que había sido nuestra casa durante la estancia en Bali. Si bien Ubud Dream no había comenzado muy bien por la falta de atención y las obras nos dejó un buen sabor de boca y bien seguro que a día de hoy con las mejoras se trata de un muy buen sitio para alojarse en cuanto a calidad-precio. Directos al aeropuerto nuevamente hasta Denpasar nos esperaba un vuelo de Aviastar. A pesar de volar en aviones pequeños con hélices la verdad transcurrió sin ningún problema y de camino disfrutamos de unas magníficas vistas de Lombok con las tres islas Gili al fondo.
Nada más llegar al aeropuerto de Labuan Bajo un calor abrasador acompañado de un aire ardiendo nos dio la bienvenida. Esperamos a que unos operarios nos fuesen sacando las maletas una por una a mano. El aeropuerto era muy de andar por casa, pequeñito y sin cintas transportadoras. Llega un avión sacan las maletas a viva voz y andando. Al salir un enjambre de tíos te esperan a gritos para llevarte en su “taxi”, también llamado coche particular, hasta la cercana ciudad portuaria de Labuan Bajo.
Había como una especie de cabecilla que los iba distribuyendo y que nos ofreció ir en moto, a lo que le dijimos que no. A pesar de haberlo hecho en el pasado, no queríamos abrirnos la cabeza con una mochila de 9 kilos a la espalda en la moto de un desconocido. Sin mochila vale pero con mochila nuestra estabilidad es nula ya lo hemos comprobado alguna vez en algún que otro trayecto. Por poco más nos colocaron en un destartalado todoterreno que nos llevaría hasta el centro de la ciudad a menos de diez minutos.
Llegamos sanos y salvos y ya nos esperaban en la sede que tienen en la calle principal los de Kanawa Beach Bungalows. Dimos nuestro nombre para la reserva previa que teníamos y nos comunicaron que el bote que nos llevaría hasta la isla no saldría hasta dentro de un rato.
Viendo que teníamos tiempo para callejear decidimos dejar nuestras mochilas y ver que se cocía en el mercado principal de Labuan Bajo. Aquello era un mercado principalmente de pescado de todas clases, una lonja en tamaño mini pero muy pintoresca justo al lado del muelle. El calor era atroz y los niños se tiraban desde las embarcaciones a las claras aguas saludando efusivamente. Aún nos dio tiempo de comprar provisiones para los siguientes días ya que en Kanawa sólo está el restaurante del hotel y es bastante carillo y poco variado. Recorriendo arriba y abajo la calle principal de Labuan Bajo pudimos observar que la población musulmana estaba en mayor presencia.
Por último, encontramos el centro de buceo con el que días después haríamos el Liveboard de tres días por el Parque Nacional de Komodo y fue la primera vez que conocimos a Marij, una holandesa que es dueña e instructora del mismo. En ese momento elegimos nuestro equipo y nos pudimos probar los neoprenos, con lo cual ya teníamos trabajo adelantado para cuando volviesemos de Kanawa y empezáramos los días de buceo.
Finalmente llegó la hora y cogimos el tan ansiado bote que durante una hora nos llevaría a la diminuta islita que es Kanawa. La islita está situada al oeste de Labuan Bajo justo limitando en el noreste con aguas del Parque Nacional de Komodo. Durante el camino se sucedían islotes y más islotes deshabitados y al fondo Rinca una de las dos islas donde habita el dragón de Komodo.
La sensación que tuvimos al llegar fue de más sorpresa de la que esperábamos. Magnífico, maravilloso, espectacular son adjetivos que se quedan cortos ante ese lugar. El agua relucía brillante y clara con un color turquesa que no habíamos visto jamás en la vida en otro lugar. Al fondo del muelle, la isla con su única cima y abajo en la orilla los bungalows dispuestos uno al lado del otro. Era una estampa incomparable, justo lo que queríamos no se podía pedir más.
Nos dieron nuestro bungalow y nos aposentamos. Estaba cercano a la playa y también al restaurante y recepción así que cojonudo. Los bungalows son sencillos, de madera y que parece que se van a ir volando con un soplido de viento pero suficientes. Dentro de la habitación tan sólo hay una cama y una estantería. El baño / ducha se encuentra en el costado y abierto a la intemperie por el techo y es muy básico. La cadena del váter al estilo asiático con un barreño de agua y a salir corriendo. En la entrada dispones de un pequeño porche desde donde disfrutar el atardecer sentado. El coste por noche por el bungalow doble fue de 37 euros. Una isla semidesierta circundada de coral y vida marina por doquier tan sólo con meter un pie en el agua, eso es lo que realmente estás pagando por ese precio.
Nada más prepararnos nos dedicamos a disfrutar de lo que quedaba de día en las magníficas playas y snorkeleando a tope. El hecho de no tener muchos bungalows hace que la sensación de soledad sea tangible. A pesar que cuando fuimos estaban construyendo alguno más y que aparte existe una zona pequeña de camping, la cantidad de gente que te encuentras es ínfima si se quiere.
En cuestión de 200 metros el azul de las aguas de Kanawa cambia en diferentes tonalidades dando una imagen bellísima. Mucha culpa de esto la tiene el gran arrecife coralino que bordea la isla por la parte anterior y que cae hasta las profundidades cuando llega al borde del muelle donde amarran los barcos. Ese primer día pudimos comenzar a sentir las ya famosas corrientes de Komodo si uno se adentraba un poco en el mar. A pesar de esto es una oportunidad única porque el coral que rodea está intacto y simplemente snorkeleando se pueden llegar a ver cosas que se verían en una inmersión de buceo.
Ya de noche fuimos a cenar unas pizzas al único restaurante que hay. Si bien es cierto que el lugar es maravilloso los servicios que puede ofrecer el hotel no lo son tanto. Ya ibamos avisados así que por eso compramos unas provisiones en Labuan Bajo. Al ser una pequeña islita sin nada tienen que traer todo del interior en barco y eso encarece el precio. La variedad no existe como tal y el servicio es más lento que el caballo del malo, lo único a destacar un poco las pizzas como hemos apuntado, supongo que porque el dueño es italiano.
Tuvimos la oportunidad de hablar con él y nos contó los diversos proyectos que tenían y de algún modo entendimos que montar todo eso de la nada debe ser difícil y más respetando como decían el entorno. Poseen un huerto donde cultivan productos para el restaurante y el agua caliente está restringida ya que se calienta por placas solares.
Nos fuimos a descansar después de un largo día de playa y peces con la brisita que venía del mar y hacía ondear la ropa que colgaba del bungalow. Al día siguiente nos quedaba mucho arrecife por descubrir y seguir descansando en ese paraíso perdido.
Más “Snorkeleo” y mil colores al atardecer
El día despertó soleado como el anterior, estábamos teniendo suerte. Había bastante menos oleaje y eso nos vendría cojonudo para disfrutar del fondo marino sin tanto esfuerzo. Nos pasamos toda la mañana más dentro que fuera del agua y es que vicia mucho esto del snorkel. Había puntos donde las formaciones de coral casi sobresalían del agua. Los grupos de peces eran muy numerosos y las estrellas de mar se ven por decenas estando parado en la misma orilla. Había unos pececillos desafiantes que te perseguían para morderte sin miramiento, tortugas, rayas, pequeños tiburones, de todo sobre un fondo arenoso que sólo con verlo relaja.
Además, el dueño italiano nos comentó otra zona donde explorar el fondo marino. A parte de las zonas ya marcadas a izquierda y derecha del muelle, en la parte posterior de la isla nos dijo que hay un pináculo que atrae a fauna marina de gran tamaño, tiburones y mantas. Se puede acceder escalando la cima de la isla y llegando a las playas de atrás o bien nadando pero nos comentó que con un esfuerzo físico terrible. Si se ve el mapa de la isla se puede comprobar que esa zona es de difícil acceso y con las corrientes que hay yo no me fiaría. Mejor ver a estos animalejos buceando y listos!
Ya por la tarde nos hicimos unas fotillos en el letrero hecho de madera que hay en la orilla donde pone “Kanawa” y decidimos subir paseando hasta lo alto de la cima para admirar las vistas. El terrerno era seco y escarpado aunque en época de lluvias habíamos visto fotos en las que la isla aparece con un manto verdoso. El camino es fácil y está más o menos indicado por detrás del restaurante y pasando por al lado del huerto que tienen. No hace falta decir que desde arriba lo que se ve es espectacular ya que se admira todo el arrecife de punta a punta. Nos quedamos por allí hasta que atardeció y el Sol se puso por detrás de la isla que hay en frente.
Volvimos a cenar en el Starfish, (así se llama el restaurante que hay) que aun tardando lo suyo en servir la comida, sólo por el hecho del relax que se siente al estar allí hasta te da igual el tiempo que pase. Parecía que llevábamos semanas y tan sólo llevábamos día y medio. Ya sólo nos quedaba la mañana del día siguiente y el mayor quemazón que hemos tenido nunca.
Se nos acaba Kanawa con el mayor quemazón de nuestra vida
El último día en Kanawa había llegado y a pesar de que al día siguiente comenzábamos el liveboard de buceo por Komodo nos quedaba la sensación de pena por no podernos quedar más. A pesar de ser culos inquietos y no saber estar muchos días en un sitio fue un lugar que nos encantó. Es cierto que no hay nada más salvo, tranquilidad, sol y snorkel pero, si hubieramos tenido más tiempo, no nos hubiéramos arrepentido de reservar unas noches más.
El día amanecía radiante, había que aprovechar hasta el mediodía a muerte desde primera hora. Nada más levantarnos nos sorprendió como estaba la playa, no había nada de oleaje, era una balsa de aceite. Gracias a esto el aspecto del agua cambiaba drásticamente y si ya era bonita de por sí ahora parecía un acuario gigante desde el cual podías ver todo el coral y la fauna marina sin ni tan siquiera mojarte. Como ya comprobaríamos en los siguientes días, las corrientes marinas en Komodo son fortísimas y cambian en segundos afectando al oleaje de todas las islas circundantes.
Decidimos de ir a «snorkelear» al final del muelle y a su parte derecha que no lo habíamos visto tanto y era otra de las zonas recomendadas. El sitio es genial, ya un poco más profundo estás al borde del abismo que hay hasta la profundidad pero siempre con el resguardo de tener el muelle cerca y suelen estar los de la escuela de buceo así que incluso fácil para ir con niños.
Con los que si que había que tener cuidado es con los peces escorpión que los había en gran número. Había bancos de peces minúsculos fluorescentes que se contaban por miles y te rodeaban sin miedo. Rayas, estrellas, tortugas como el resto de días incluso un tiburón punta negra ya grande que se fue rápidamente hacia el fondo. Las últimas horas de este día junto con los dos días anteriores nos habían dejado la espalda como un tomate. Ya se puede poner uno protector factor 5000 que da igual. Sin haber tomado mucho el Sol, simplemente por el hecho de estar estirado al ir nadando acabamos con la espalda muy quemada. A ver quién era el listo que se ponía al día siguiente el neopreno!!
Terminamos por dar nuestro último paseo y hacer las últimas fotos para coger el bote que salía al mediodía hacia Labuan Bajo. Nos despedimos de la isla a sabiendas de que quizá haya sido la zona donde más fácil, accesible y bonito hayamos hecho snorkel. Por variedad, cantidad y belleza ningún país que hubiésemos estado antes le llegaba a la suela de los zapatos. Sin duda un lugar que quedará grabado en nuestras retinas.
Ya en Labuan Bajo nos dirigimos al que sería nuestro hotel esa noche y otra noche más, tras los tres días de buceo. Cogimos una de las tantas furgonetillas que te cogen al vuelo y que por supuesto te intentarán timar en el precio como buen extranjero. El Hotel Bay View Gardens lo regenta un holandés muy simpático y está situado en la colina desde donde se disfrutan de unas magníficas vistas de toda la bahía y el puerto de Labuan Bajo. Presume de tener un jardín con no sé cuantas mil plantas y razón no le faltará porque había bastante vegetación. Las habitaciones son limpias y tienen una terracita privada cojonuda donde descansar. Si hay que ponerle algún pero fue el restaurante, ya que cenamos allí pero tardaron la ostia en servir la comida, eso sí bastante buena.
Al día siguiente nos esperaba el mejor buceo que habíamos visto hasta la fecha y quizás uno de los mejores de nuestras vidas. Nos quedaban tres días surcando las aguas del mar de Flores por el Parque Nacional de Komodo.
Vida a bordo de buceo por Parque Nacional de Komodo
Tras despedirnos del dueño del hotel y confiarle nuestras mochilas durante los días de buceo, nos fuimos andando hasta la calle principal para llegar al centro de buceo Divine Diving. Allí ya estaba Marij esperándonos, la dueña holandesa, y nos presentó a una pareja de australianos que nos acompañarían en nuestra misión. Estuvimos un ratillo más hasta que llegaron el resto de la expedición: una pareja de alemanes y una madre holandesa con su hijo que tan sólo haría snorkel. El equipo prometía y se veían gente agradable como así fue. Habíamos reservado tres días de buceo con nueve inmersiones en total, dos de ellas nocturnas. Íbamos a recorrer la parte norte y central del parque nacional y en principio bucearíamos en todos los puntos fuertes más conocidos.
Nos dirigimos a la oficina del parque para pagar las tasas y de ahí directos al barco y puesta en marcha. El barco se llamaba Naring, era sencillo pero con todo lo necesario y durante todo el trayecto había barra libre de aperitivos y refrescos. En la cubierta de arriba sería donde dormiríamos y abajo donde pasaríamos la mayor parte del tiempo y donde estaban las botellas y el material. El personal del mismo siempre estuvo atento tanto en las comidas como en ayudarte a recoger el material al salir del agua, supervisar los equipos, perfecto todo en este sentido. El precio de todo el liveboard fue de 450 euros al cambio, algo más barato que el resto de centros por el hecho de no tener camarotes.
Para el primer día tendríamos las inmersiones para abrir boca, facilitas, mucho colorido y de placer puramente. La primera de ellas fue en Sebayur Kecil. Cercano a una islita con una playa de agua turquesa, su arrecife de coral se desvanecía en el azul profundo. Era un lugar muy parecido a Kanawa y fue la introducción a lo que vendría más tarde. Fue todo placer, disfrutar de la vista, nada de corriente, relajante. Vimos muchas Blue spotted stingray, peces globo, peces loro, box fish, trigger fish… todo colorines.
Ya más tarde paramos en Pengah. Se trata de una pequeña roca en medio del mar donde rompe la corriente a ambos lados y debajo del agua todo un paraíso hasta la profundidad. Fue la primera de las inmersiones con corriente aunque bastante llevable. Vimos muchísimas tortugas aquí a parte de todo lo de siempre.
Por la tarde hicimos una pequeña parada técnica para dar un paseo por una isla deshabitada llena de manglares y aves en espera de ir al lugar desde donde salían cada noche los flying fox, esos pedazo de murciélagos, los más grandes que existen pero que a pesar de su aspecto sólo se alimentan de frutas. Al atardecer el barco se desplazó unos cientos de metros de la islita que habíamos visitado un rato antes y echó anclas delante de un manglar inmenso que formaba en sí mismo una isla. Poquito a poco fue atardeciendo y el sonido de estos animales se fue haciendo más perceptible hasta que unos pocos arrancaron a volar.
A la que un pequeño grupo se decidió apareció una gran comparsa de ellos, todos en bandada y que con su vuelo elegante nos acompañaron por casi una hora y pico. Al parecer la isla-manglar albergaba una población de miles de murciélagos. Los últimos rayos de Sol junto con la imagen del mar y los flying fox en completo silencio fue quizás el momento más relajante de todo el crucero.
Ya una vez había oscurecido nos movimos a lo que sería la tercera y última inmersión del primer día en Wainilu. Era la primera vez que íbamos a realizar una nocturna y la verdad que no defraudó. Con nuestra super linterna fuimos descubriendo toda una fauna que no sale cuando los rayos de luz hacen acto de presencia. Vimos bichos inimaginables que ni en nuestras mentes pensábamos que pudieran existir. Desde medusas rarísimas de colores fluorescentes hasta pequeños cangrejos transparentes y a la vez con colores vivos. La sensación de no ver casi nada de lo que te rodea hace subir la adrenalina y nos quedamos con ganas de repetir aunque esperaríamos al día siguiente.
Ya tan sólo nos quedaba cenar un poco y tras conversar todo lo vivido con nuestros colegas hasta altas horas irnos a dormir a nuestros colchones. Fue aquí donde pudimos comprobar el nivel de nuestros compis alemanes y australianos. Tenían la friolera de más de 500 inmersiones y los primeros era la quinta vez que buceaban en Komodo. Pues ahí que nos dijimos de echarle huevos y con nuestra más modesta experiencia hacerlo lo mejor posible. Al día siguiente nos esperaba un día cargadito de sorpresas: visita a Rinca para ver los dragones y dos de los puntos más emblemáticos: Batu Bolong y Manta Point.
Chicos !!! enhorabuena por vuestro diario !! simplemente me estoy quedando alucinada con lo bien que lo habeis hecho. Feliciidades de verdad es una pasada!!!!
Muchas gracias oiahan! Comentarios como el tuyo nos llenan de ilusión. Gracias a ti por comentar y leernos!
Realmente los Felicito por lo bien que han detallado todo!!! es de muy mucha ayuda vuestros valiosos datos para los queremos ir por aquellos lados.
Un Saludo y seguir así!!!!
Muchas gracias Leo por pasarte por el blog y por dejar tu comentario! Gracias a palabras como las tuyas seguimos y seguiremos escribiendo con un inmenso placer con tal de que le sirva a cualquiera que nos lea.
Un saludo y buen viaje por Indonesia, un país increíble!
Robert y Ely