20 de Septiembre – Donde Cristo perdió el gorro… pues un pelín más lejos allí está Uluru!
Aún cansados de tantos km nos levantamos de madrugada para ir de nuevo hacia el aeropuerto de Darwin. Creíamos haber hecho muchos km pero qué ilusos, no sabíamos la que nos esperaba en pleno desierto del Centro Rojo, el conocido outback australiano. Con los primeros rayos del amanecer salía el avión de Qantas rumbo a Alice Springs.
Lo que se ve desde las ventanas es la inmensidad en el sentido más amplio de la palabra. Una extensión sin fin de arena rojiza y marrón que se pierde en el horizonte. Aquí nos dimos cuenta de las dimensiones de este país que bien podría ser un continente. Ya llegando a la ciudad, los últimos flecos de las montañas del West McDonnell National Park que rodean Alice Springs se erguían imponentes y a las afueras aterrizábamos tras dos horas de vuelo.
Una vez más nuestra lucha por encontrar transporte público “barato” quedó en nada y como ya habíamos comprobado antes, no nos quedó más remedio que coger otro taxi. Este nos llevaría por el «módico» precio de 45 AUD cruzando la ciudad hasta el norte, donde estaba la agencia de alquiler para la furgoneta que alquilaríamos para esos días. Para alquilar una campervan normalmente te piden un mínimo de cinco días pero a través de la web CamperTravel Australia nos daban el permiso.
En principio la empresa que nos alquilaba era Mighty Campers pero en el lugar también se encontraba Britz, otra de las empresas que más se ven por allí. Por lo que se ve según la disponibilidad que tengan te acaban dando una u otra ya que finalmente los vehículos son los mismos. La razón por la que a través de Camper travel nos dejaron finalmente alquilar por tres días, es que te cobraban el mismo precio que por cinco, con lo cual de haber podido, hubiéramos alquilado la furgoneta hasta cinco días por el mismo precio. La furgoneta era una Toyota Hiace para tres personas con una pequeña cocina, sofás convertibles en cama de matrimonio y otra cama a modo de zulo que se montaba en el techo abovedado. Nos iba de sobra y nos encantaba. Tras las comprobaciones pertinentes, explicaciones y todo el papeleo (que no es poco rato) salimos la mar de contentos hasta el centro de Alice Springs a comprar provisiones.
Alice Springs es una población en medio de la nada, sin muchos atractivos, pero agradable para pasear por su centro. Es en la calle peatonal de Todd St donde existen algunos bares y restaurantes y tiendas de didgeridoos y arte aborigen. Muy cercano a esta se encuentran los dos supermercados principales y nos decidimos por repetir en Woolworth’s para la compra de esos días. Junto con Darwin en Alice Springs fue donde vimos la mayor cantidad de aborígenes que viven por debajo del umbral de la pobreza, una pena ver deambular así a la población precursora de este gran país.
Con ya todo preparado nos esperaba un larguísimo camino hasta llegar a Uluru ya por la tarde. Un monótono paisaje desértico y de larguísimas carreteras pero muy chulo para quien le guste conducir aunque se haga pesado. Salimos por el sur de la ciudad por la Stuart Highway, sí, la misma que ya recorrimos en Darwin y que llega hasta Adelaida y ya no llegaríamos hasta casi seis horas después, unos 463 km. El camino no tiene perdida, hay que seguir la Stuart Highway hasta el único desvío en Erldunda, más o menos a la mitad del camino, una pequeña población con gasolinera donde tienen a varios emús en un pequeño parque. Aquí es donde se toma la Lasseter Highway ya hasta Uluru.
Hay que vigilar muchísimo la gasolina ya que a parte que fue la zona donde la vimos más cara, las gasolineras se sitúan lejos una de la otra. De Alice Springs hasta Erldunda hay dos contando esta última y Stuarts Well. De aquí hasta Uluru hay tres en Mount Ebeneezer, Curtin Springs y ya en Yulara siendo esta la más carísima que vimos en todo el viaje, superando los 2 AUD por litro.
Por el camino nuevamente uno se va cruzando con inmensos Road Trains y muchísimos lagartos que descansan en la carretera tomando al Sol jugando con el peligro… Las señales de atención por presencia de canguros se sucedían y vimos nuevamente alguno atropellado. Ya cerca de Curtin Springs a unos 90 km antes de llegar a Uluru se encuentra el mirador del Monte Conner. Esta montaña que sale de en medio de la planicie alzándose 300m se confunde a veces con Uluru al verse desde la carretera, pero se diferencia al acabar en plano en forma de tabla en su parte más superior. Allí había unas simpáticas palomas de moño tieso que se afanaban por beber las gotitas de agua que caían de un depósito, el calor era terrible.
A unos 50 km antes de llegar, en la lejanía y mirando hacia la izquierda ya se divisaba por primera vez el rocón más grande del mundo, el imponente Uluru. No nos creíamos haber llegado hasta allí tras el largo recorrido de aviones y carretera pero teníamos ya casi ante nuestros ojos uno de los motivos por los cuales teníamos muchas ganas de visitar las antípodas. Esos últimos 50 km se nos hicieron interminables pero nos íbamos entreteniendo con las vistas, cada vez más cercanas de la roca y la inmensidad del paisaje.
Pasamos de largo Yulara, donde dormiríamos esa noche para entrar directos al parque y aprovechar el tiempo que quedaba. Las taquillas están situadas a modo de peaje poco después de los alojamientos de Yulara y el ticket estándar para tres días consecutivos cuesta 25 dólares. Durante esos tres días se puede entrar y salir tantas veces se quiera. El Parque Nacional de Uluru / Kata Tjuta engloba a dos de los principales atractivos del país: el monolito de granito Uluru (Ayers Rock) y 45 km al oeste Kata Tjuta (Montes Olga). En total son más de 1300 km cuadrados de un lugar también sagrado para los aborígenes y declarado Patrimonio Mundial de la Unesco. Los propietarios por ley de estas tierras son los aborígenes Anangu aunque trabajan en conjunto con el Australian National Parks and Wildlife Service para el mantenimiento de la zona. En el desierto rojo residen especies como los dingos, lagartos, canguros, wallabies, serpientes y varias especies nocturnas de mamíferos así que conviene estar atento al recorrer las carreteras y senderos que rodean los atractivos principales.
Poco después de pasar la entrada se sitúa el mirador del atardecer Sunset viewing point con un parking para coches y otro para buses aunque todavía faltaba tiempo y lo pasamos de largo. A esa altura ya se veía en todo su esplendor la roca granítica y el Sol le propinaba un color marrón intenso que revelaba todas sus grietas y recovecos. Aparcamos el coche en el Kuniya Carpark, el primer parking que llega hasta la base de la roca. Teníamos un rocón de padre y muy señor mío encima de nuestras cabezas y la sensación de estar a los pies es cuanto menos de sentirse muy pequeñito.
Es aquí desde donde se puede intentar subir hasta la cima del monte, cosa que desaconsejamos por dos motivos principales. El principal motivo es por respeto a la creencia aborigen de la prohibición de pisar un lugar sagrado para ellos, en el que no desean que haya ningún accidente, como así reza el cartel situado a pies de la roca. El segundo motivo es por la peligrosidad que ello conlleva, ya que se trata de una empinadísima subida sin protección alguna con un terreno resbaladizo por la grava y piedras que hay. En el momento que visitamos Uluru estaba cerrado por la posibilidad de vientos fuertes y como segunda posibilidad, también lo pueden cerrar por temperaturas de más de 36º.
No teníamos mucho tiempo antes que llegase el atardecer pero decidimos recorrer parte del camino de la base Base Walk que rodea todo el Uluru con una longitud de algo más de 10 km. A lo largo del camino se pueden ir observando diversos lugares sagrados para los anangu dentro de algunas cavidades y cuevas. El que nos resultó un poco extraño fue el denominado Mala Puta, porque el nombre se las trae… Por todo el camino se extiende la característica tierra roja del lugar y en los alrededores crecen infinidad de plantas y arbustos, todos ellos marcados minuciosamente por los encargados del parque. La verdad es que no tiene nada que ver observar de cerca y de lejos a la monumental roca, vale la pena acercarse para recrearse en los detalles del granito y sentir su magnitud.
Cuando se acercó la hora nos dimos la vuelta para coger de nuevo la furgoneta y dirigirnos al Sunset Point. Como no podría ser de otra forma si existe un Sunset Point también existe un Sunrise Point para el amanecer, aunque claro está, cada uno elige ir a uno u otro cuando le plazca y no necesariamente a lo que dictamine el nombre. A nosotros a pesar de ir a ambos, tanto para el amanecer como para el atardecer nos acabó gustando más el del atardecer, por las luces, los colores, la distancia, la forma que se observa del Uluru, la mejor distribución del emplazamiento… en general por todo. Así que allí estábamos poco antes de las 6h de la tarde con la furgoneta aparcada, trípode preparado y a una distancia perfecta para divisar a lo lejos el rocón sagrado. Aquí fue cuando pensamos que habíamos hecho casi 15000 km de avión y otros tantos en coche para ver una roca, jaja. Dicho así parece idiota, pero aquello para nosotros valía la pena, estábamos en Uluru, todo un símbolo de Australia y nos sentíamos la mar de contentos.
Tranquilos y algo cansados tras el panzón de conducir mirábamos atónitos aquella mole que se alzaba 348 m sobre el suelo y de 3,6 km de largo. De hecho se ha comprobado que lo que sobresale es tan sólo un tercio del tamaño real de la roca, sólo que los otros dos tercios están enterrados. Cuando el Sol empezó a caer dio comienzo el baile de colores tan esperado. Durante unos 45 minutos la caída del Sol dio lugar a diferentes fotografías de un mismo lugar, con colores que iban desde el marrón ocre pasando por el naranja, varias tonalidades de rojo intenso y el fundido en negro final. Cuando ya tuvimos bastante de haber calentado la cámara fuimos volviendo poco a poco con el resto de coches hacia la salida del parque. Nos quedaban 20 km hacia atrás hasta llegar a Yulara, donde se sitúan los únicos alojamientos de la zona.
Yulara más que un pueblo es una zona creada artificialmente por Ayers Rock Resort con varios servicios. Este resort tiene todo el monopolio de alojamientos y van desde los lodge más caros y lujosos a lo más barato que son los campings. A parte hay algún supermercado pequeño, gasolinera y algún que otro restaurante. Como no, nosotros nos decidimos por el camping, el Ayers Rock Campground, que para ser un pequeño trozo de tierra con unos lavabos comunitarios ya cuesta la friolera de 42 AUD.
Le dimos descanso a nuestra furgonetilla que a pesar de que no veas como tragaba, se estaba portando como toda una campeona y la aparcamos en nuestra pequeña parcela. Con un cielo estrellado como pocos hemos visto y la compañía de cientos de otros campistas, disfrutamos de una pequeña barbacoa para dos. La anécdota de la noche fue al irnos a dormir, cuando montamos la cama situada en el techo. El espacio era tan ínfimo que intentando maniobrar dentro del pequeño habitáculo caí de espaldas hacia atrás, con tan mala suerte que me golpeé la cadera en la repisa de la cocina. Por un momento temí por las vacaciones porque creí haberme roto algo pero por suerte todo quedó en un hematoma enorme que me duró todo el viaje.
Al día siguiente nos esperaba el que sabíamos ya de antemano sería el día más duro que habíamos planeado. Nos esperaban kilómetros de conducción y dos caminatas largas en las Olgas y Kings Canyon. Dudábamos si llegaríamos a ver todo pero las ganas nos podían.
21 de Septiembre – Divagando por los Montes Olga y Kings canyon, puro Outback australiano
Como ya nos pasó en Kakadu, al Ayers Rock Campground llegamos de noche y nos fuimos de noche ya que no había tiempo que perder si queríamos ver el amanecer en Uluru. Salimos pitando para entrar de nuevo en el Parque Nacional y tras pasar de nuevo por el mismo lugar del día anterior, continuamos la carretera dando la vuelta completa a todo el Uluru. El Sunrise Point se sitúa justo en el lado contrario al Sunset Point, por lo tanto se ve la cara contraria de la roca.
Este punto se sitúa un poco en altura sobre unas dunas y también a cierta distancia para observarlo desde la lejanía. Poco a poco se iba congregando más gente y lo que pudimos observar a parte del precioso amanecer, era de nuevo el cambio de colores sobre el Uluru que habíamos visto el día anterior pero a la inversa, claro está. Desde aquí también se divisan a la izquierda los Montes Olga / Kata Tjuta que a pesar de estar a casi 50 km dan la sensación de estar al lado. Es lo que tiene que el resto de la superficie de la zona sea prácticamente plana. Estuvimos un buen rato para disfrutar de aquella maravilla hasta que cogimos de nuevo nuestra «furgocasa» para dirigirnos a las Olgas sin prisa pero sin pausa.
Los Montes Olgas se sitúan a 40 km de Uluru por una carretera por la cual se puede ir disfrutando a la vez de la vista de ambas formaciones geológicas. Justo antes de llegar a unos pocos km nos encontramos con el Kata Tjuta Dune Viewing, un mirador para poder divisar también desde aquí el amanecer y atardecer o las rocas a la hora que uno le plazca. Nada más aparcar la furgoneta en el solitario parking, vimos que entre la maleza empezaron a salir un montón de palomas que se aproximaban con gran velocidad a rodear el vehículo y a espera de que abriésemos la puerta. Nada más bajar y sin ningún temor nos rodearon para ver si caía algo de comida y les dimos unas mijitas de pan. Estas palomas autóctonas eran rarísimas ya que tenían como una especia de moño pino en vertical justo en la cabeza, muy muy graciosas! Nos aproximamos hasta la plataforma situada en cierta altura desde donde se observa la planície y al fondo las Olga en un silencio absoluto ya que no había nadie.
Kata Tjuta lo componen 36 grandes rocas que parecen cabezas (de ahí el nombre que traducido significa “muchas cabezas”), de las cuales la más grande mide 546 m, el Monte Olga. Casi más bonito que verlas de lejos es recorrer el interior, ya que en su conjunto forman varios valles y escarpaduras y se puede pasear a los pies de estas grandes moles redondeadas por la erosión del viento. Son de un conglomerado diferente a Uluru aunque también contienen granito y basalto.
Al llegar cercanos a la base están perfectamente indicados los dos senderos que pueden realizarse para disfrutar del lugar: El primero situado justo en frente de la carretera que llega a las Olgas es el Walpa Gorge que recorre en un corto trayecto recto de 2,5 km el fondo de una de las gargantas con grandes muros de piedra a lado y lado. Nosotros nos decantamos por la caminata llamada Valley of the Winds que quizás fuese un poco más diversa en cuanto a paisajes se refiere pero también más larga ya que son 7,5 km.
Todavía era temprano y nada más comenzar la caminata pudimos comprobar que el nombre de Valley of the Winds (Valle de los vientos) le viene como anillo al dedo, ya que a pesar que hiciese Sol soplaba con fuerza dificultando incluso un poco el avance. El comienzo de la caminata desde el parking más a la izquierda de las Olgas al principio con una suave subida que se adentra poco a poco entre las gargantas de las primeras rocas, desde donde se puede observar la grandeza de estas. Una vez rodeados de las grandes moles rojas, el viento parece que desapareció y pudimos disfrutar mejor caminando por el sendero. Conviene ir bien calzado ya que hay subidas y bajadas por las rocas de distintos desniveles. Llegamos al primer mirador el Karu Lookout donde a veces cierran el acceso al resto del circuito en caso de temperaturas superiores a 36º. Había presencia de algunos turistas pero ni punto de comparación con Uluru y el silencio se apoderaba de todo el lugar. Los pequeños pajarillos se arremolinaban alrededor de los distintos puntos de distribución de agua potable para intentar beber las gotas que caían al suelo.
Más tarde llegamos hasta el segundo mirador, Karingana Lookout desde donde se divisaba el valle central de las Olgas. El resto del circuito de forma circular volvía al punto de partida del primer punto de agua potable cercano al primer mirador recorriendo la planicie. Estuvimos meditando si seguir o volver ya que se nos echaba el tiempo encima si queríamos llegar a Kings Canyon. Finalmente decidimos volver por donde habíamos venido ya que habíamos hecho un pelín menos que la mitad y nos habíamos hecho bastante la idea del lugar y habíamos llegado a ambos miradores. Por esas casualidades tuvimos la suerte de disfrutar de algo que no creíamos que llegaría nunca, ver un canguro en libertad!
Estábamos de vuelta por el mismo sendero cuando entre la maleza a nuestra derecha oímos los característicos saltos que de repente se pararon. Nos adentramos unos metros en silencio y de repente allí estaba saltando de nuevo, un precioso canguro que corría a la velocidad del rayo. Pero cuánto corren! Nos sorprendió muchísimo la velocidad que alcanzan! El equilibrio entre la cola y su tronco echado hacia delante forman una perfecta balanza y en menos de un pestañear de ojos, el animal subió la cresta de una roca con nosotros intentando seguir a ver donde se dirigía. Llegamos, inconscientes de nosotros, a lo alto de aquella roca llenos de arañazos de las zarzas. Con las vistas que proporcionaba la posición divisábamos una amplia zona pero no lo veíamos, se nos había escapado en un santiamén. De repente el ojo de halcón de Ely volvió a sacarnos del apuro y lo volvimos a ver justo al otro lado del camino, subiendo por la cresta contraria a nuestra posición. Sin hacer el mínimo ruido fue desplazándose poquito a poco cuesta arriba olisqueando la zona y nos regalaría unos minutos de presencia para disfrute de la cámara fotográfica. Un objetivo cumplido que nos hizo irnos de las Olgas la mar de contentos.
Ya por la misma carretera de vuelta de nuevo hacia Uluru paramos para una última visión de las rocas desde el Sunset Viewing que se sitúa justo antes de ambos parkings conforme se viene de Uluru. A diferencia del mirador que habíamos visto por la mañana desde aquí se ve la típica imagen de las Olgas desde frente desde la cual se aprecia perfectamente su forma redondeada. Cabe destacar que muy cerquita de aquí sale la carretera que se dirige a Western Australia, en un larguísimo camino por el Outback.
Extasiados por lo que nos estaba gustando todo el Red Centre todavía nos quedaba ese día llegar hasta Kings Canyon, no sin una última parada para ver el Uluru por última vez desde el mirador del atardecer. A diferencia del día anterior apenas dos coches más rondaban el lugar y pudimos despedirnos de un lugar que tantas veces habíamos visto en fotos y de aquellos en los que no te crees que estás allí ni cuando lo estás viendo frente a tus ojos.
Volvimos a coger la Lasseter Highway de vuelta para comenzar a recorrer los 310 km que había hasta Kings Canyon. Esta vez paramos en Curtin Springs para repostar y hacer alguna foto ya que la gasolinera es realmente auténtica con un estilo antiguo y añejo digno de mejores épocas pasadas y en medio de la nada. Sólo con entrar al bar para pagar la gasolina al dueño uno se queda embobado mirando los mejunjes que venden o el tosco decorado del lugar. A unos 100 km ya de vuelta y pasado el Monte Conner nos encontramos con el desvío a la izquierda de la Luritja Road que lleva directamente a Kings Canyon.
Ya bien entrada la tarde llegamos al Watarrka National Park, del cual Kings Canyon forma parte y en la misma entrada todos los coches se iban yendo y las pocas personas que por allí se encontraban venían ya por el camino de vuelta. Estaba claro que no íbamos sobrados ya que un cartel indicaba que no se empezasen los caminos pasadas las 16h y eran en aquel momento las 16h 10min. Vamos para allá pues!
Kings Canyon es una espectacular garganta que ofrece vistas desde sus riscos espectaculares y donde se puede encontrar más o menos la misma fauna que en Uluru / Kata Tjuta con especial mención de los dingos, los perros salvajes australianos. Existen dos senderos principales, el más corto de 2 km y que recorre el lecho rocoso del arroyo se llama Kings Creek Walk, pero no nos convencía ya que va durante todo el rato por la parte de abajo y lo que vale la pena son las vistas. El otro más largo se llama Kings Canyon Rim Walk de 6 km y tras una importante subida recorre la parte más alta de los riscos, rodeando ambos lados del cañón con paredes de más de 100 metros.
Pues a pesar que en principio íbamos mal de tiempo nos arriesgamos y comenzamos a subir la que los lugareños la llaman la Heartbreak Hill o Heart Attack Hill (colina del ataque al corazón) y no es de extrañar pues la sucesión de escaleras empinadas que ascienden hasta lo alto del cañón parece no acabar nunca. Esta primera subida cuesta un poco pero una vez arriba se ven increíbles vistas de todo el cañón y de cómo el terreno va cogiendo altura respecto a la lejana planicie del horizonte. Por este flanco izquierdo y más adelante van apareciendo salientes desde donde los cuales se observa la intensa vegetación de abajo, regada por el arroyo que recorre el centro del cañón.
Allí no quedaba ni un alma y lo único que se escuchaba eran los pájaros y los constantes pasos que íbamos dando. Estábamos atentos a que pudiera aparecer algún dingo ya que suelen estar activos al atardecer pero no tuvimos esa suerte. Más o menos a la mitad hay habilitadas unas escaleras y un puente de madera desde el cual se desciende al fondo del cañón. Aquí es donde se encuentra el Garden of the Eden, una gran poza de aguas subterráneas que da vida a helechos y demás plantas prehistóricas, una especie de oasis en medio del secano. Las escaleras vuelven a subir para llevarnos al otro lado del cañón desde donde se recorre un largo desfiladero en el que no hay protección alguna, conviene acercarse con cuidado.
En esta parte nos encontramos con innumerables lagartos que aprovechaban los rayos de Sol en la caliente roca pero que corrían despavoridos apenas nos acercábamos. Por suerte hubo algunos menos temerosos que posaron para la cámara como estrellas de cine. Poco a poco bajábamos con un agradable descenso en el que el Sol nos pillaba de frente regalándonos un atardecer muy bonito. En el parking ya no quedaba nadie pero nos habíamos salido con la nuestra. Los carteles y guías indicaban unas 4h para el recorrido aunque lo conseguimos hacer en 2h 30 min sin ninguna prisa y parándonos cuanto quisimos. Creímos por un momento que nos pillaría la noche pero tuvimos suerte.
A unos 5km se encontraba el Kings Canyon Resort que al igual que su homólogo de Uluru tiene una zona para campistas. Aunque llegamos ya a oscuras íbamos tranquilos porque lo habíamos reservado previamente por mail, el coste 45 AUD no era ningún regalo pero a cambio había más tranquilidad que en el ajetreado Ayers Rock Campground. Nuevamente barbacoa y a dormir al zulo de la furgoneta reventados de todo el día que habíamos pasado. Al día siguiente las íbamos a pasar canutas para volver a Alice Springs. Teníamos todos los números para perder el avión que nos tenía que llevar a Sídney.
22 de Septiembre – De rally con la Campervan. Joder que no llegamos a Sídney!
Tras el día anterior y lo bien que lo habíamos aprovechado, este nuevo día era un día de los de transición, a priori facilón. Debíamos en principio tranquilamente volver a Alice Springs, dejar la furgoneta alquilada y tomar el vuelo de Qantas que nos llevaría a Sídney a las 13:30h.
Desde Kings Canyon existen dos caminos relativamente cortos hasta Alice Springs siempre y cuando se disponga de todoterreno 4×4. Uno de ellos es la Mereenie Loop Road de 357 km, una carretera escénica que pasa por territorio aborigen y acorta la distancia hasta Alice pasando por los montes West McDonnell. La otra opción 4×4 es acortar por la Ernest Gilles Road que enlaza la Stuart Highway con la Luritja Road y más o menos es la misma distancia que el recorrido anterior.
A día de hoy no nos arrepentimos de haber conducido con la furgoneta por la versatilidad que nos dio pero quizá pagando algo más hubiéramos cogido aquí también un todoterreno por el tiempo y la gasolina que nos hubiéramos ahorrado al poder pasar por estos tramos. No pudiendo pasar por aquí con la furgoneta debíamos deshacer el camino, volver a la Lasseter Highway llegar a Erldunda y subir de nuevo por la Stuart Highway a Alice Springs.
Por algo que todavía no comprendemos se nos metió en la cabeza que el tiempo de Kings Canyon a Alice era de unas 3h 30 min, suponemos por toda la información que buscamos en referencia al alquiler de todoterreno. Pero no! Nada más lejos de la realidad! El tiempo por carreteras asfaltadas subía hasta 5h 30 min y nosotros ignorantes de ello.
No eran ni las 7h de la mañana y ya habíamos salido dispuestos a recorrer el camino de vuelta a Alice. En una de las tantas rectas antes de llegar a Erldunda vimos un canguro tomando el Sol a un lado de la carretera y frenamos cuanto pudimos para ver si lo veíamos un poco más de cerca. Con la furgoneta parada en el arcén intentamos acercarnos y al igual que su amigo del día anterior corría como las balas hasta que se escondió en la espesura, pero pudimos finalmente atraparlo con la cámara de fotos. Estábamos tan tranquilos disfrutando de esas imágenes que regala Australia sin percatarnos todavía de lo que nos quedaba por recorrer.
No fue hasta que llegamos a Erldunda cuando vimos la cantidad de km que quedaban y volvimos a recalcular los tiempos. Pero que coj…? La madre que me pa…?!! Nos queda un montón! Pero no se tardaba menos? A partir de ese momento el viaje se convirtió en una tortura y el pedal del freno dejó de existir. No llegaríamos a coger el vuelo a Sídney ni de coña si no nos dábamos prisa. En una carretera de doble sentido con Road Trains no es que se pudiese correr mucho, pero a la mínima que se podía subíamos la velocidad a 130/140 km/h. Con la poca estabilidad de la furgoneta que se movía como una maraca, a esas velocidades más de un sustillo tuvimos.
Llegamos a Alice justos pero todavía teníamos esperanzas. En un intento por explicarle la situación a la de la agencia de alquiler, nos armamos con nuestro mejor inglés para que tuviera clemencia y se diera prisa en arreglar los papeles, total la furgoneta estaba como el primer día, había llegado vivita y coleando aunque le habíamos quitado la carbonilla poniéndola al máximo. Salimos de allí a toda pastilla con un taxi que ya habíamos dicho que fuesen llamando y el caso es que salió todo cronometrado. Cuando nos quisimos dar cuenta estábamos embarcando en el vuelo de Qantas hacia Sidney con una tensión en el cuello y un dolor de cabeza que nos hacían plantearnos si aquello eran unas vacaciones. Nuestra idea era haber podido llegar tranquilos a Alice Springs e incluso pasear por las calles del centro para alguna eventual compra pero nos equivocamos con creces.
En un intento por descansar echábamos una última mirada por la ventana para despedirnos del Desierto Rojo que aún en poco tiempo nos había encantado a pesar de habernos dejado K.O. El avión de Qantas mucho mejor que el que tomamos de Darwin a Alice Springs disponía incluso de pantallas de entretenimiento y una comida que no estuvo mal.
Tras casi 3h divisábamos la bahía de Sidney y un sinfín de casitas llegaba hasta el mar abierto. Al fondo el Skyline de rascacielos acababa junto al icono más emblemático de la ciudad, la Ópera junto al Harbour Bridge, reconocibles desde la altura. Cada vez teníamos más ganas de comenzar a visitar la ciudad, Sídney pasaría a entrar en la lista de nuestras favoritas.
Una vez aterrizados estuvimos un buen rato otra vez calculando las opciones para trasladarnos al hotel. La opción más cara y descartada de primeras era el taxi, unos 40/50 AUD. La más barata sería el tren, 16 AUD sólo ida pero con un transbordo y finalmente optamos por el Shuttle Bus 18 AUD ida y 30 AUD ida y vuelta. Este recogía a grupos de turistas y los iba dejando uno a uno en el alojamiento correspondiente. Sídney nos recibiría con mucho tráfico y temperaturas bastante más bajas de las que veníamos teniendo, se notaba que estaba situada más lejos del trópico.
Hicimos un recorrido por el centro bastante amplio pudiendo identificar algunas de las calles y barrios más emblemáticos y acabamos saliendo los últimos de la pequeña furgoneta que nos transportaba. Por fin llegamos al barrio de Kings Cross con su emblemático cartel grande de Coca Cola al lado de la parada de metro. Concretamente en una callecita paralela a Darlinghurst Road, la arteria principal de este barrio, se encontraba el hotel que nos hospedaría por tres noches, el Springfield Lodge (9 Springfield Avenue, Potts Point) una muy buena opción viendo los precios altos de la ciudad y bastante bien situado.
Sólo nos quedó tiempo para dar una vuelta por las calles de alrededor y disfrutar de una cena vietnamita en Viet Bowl para recordar las sopas del sudeste asiático que tanto nos gustan aunque no fuese a los mismos precios que allí… Al día siguiente empezaríamos a tope pateando por una de las ciudades con más calidad de vida que hayamos visto. La bahía nos esperaba en todo su esplendor!
Un viaje completito este, con un montón de experiencias y todas ellas diferentes. Menos mal que la última etapa tuvo final feliz y que pudieron llegar a tiempo 🙂 Esas anécdotas dan vidilla a los viajes, aunque uno lo pase mal en el momento.
Hola Mauxi! Pues sí la verdad es que los primeros 6 días fuimos a tope y con las distancias tan largas uno a veces juega con el reloj para aprovechar al máximo. Ahora nos reímos pero tuvimos mucha angustia por enviarlo todo al traste! jeje.
Un saludo!
Robert y Ely
joder! q pasada!! 🙂
Tengo que reconocer que aún no me he ledio todo, todo el post entero, lo dejo anotado en mi pocket 😉
De todos modos gracias por transportarme durante un buen rato a estas tierras lejanas que tantas ganas tengo de visitar 🙂
p.d. que guapa la furgo!!!!! 🙂
Hola Daniel! Jaja no pasa nada, la verdad es que es un ladrillo de post porque forma parte del diario de viaje y siempre nos extendemos un poco más.
Australia vale la pena, lástima los precios tan altos, pero realmente tiene muchísima diversidad de cosas por ver. La furgoneta parecía de juguete y no vveas como tragaba pero nos hizo un buen servicio!
Un saludo!
Robert y Ely
Que barbaridad!, que artículo tan bien trabajo y que buenas referencias explicáis. De momento Australia no es un destino que tengamos pendiente, pero si lo hacemos, os tendremos de absoluta referencia.
jajajajaja, lo que me he reído con el …»culo del mundo», que bello es encontrar lugares donde sientes que están allá donde nadie va!
Un abrazo chicos!
Hola Eva y gracias nos alegra que te haya gustado!
Australia sin duda tiene parajes que te hacen sentir muy lejos de casa, alejados de todo. Si no fuera por el alto nivel de vida y estuviera más cerca, sin duda sería un país/continente con diversos viajes por hacer dentro de él.
Un saludo!
Robert y Ely