19 de Septiembre – El coloso de mármol blanco de Agra, un tal Taj Mahal
Nos daba igual el amanecer. Esta frase categórica la teníamos muy clara en cuanto a la visita del Taj Mahal. Habíamos visto que es tal la contaminación en Agra, que muchas mañanas una densa capa de niebla sucia imposibilita la vista del monumento más admirado de la India. A parte de esto, siempre preferimos los atardeceres para fotografiar un lugar de tal calibre, así que nos lo tomamos con calma y haríamos la visita de los distintos puntos de la ciudad antes que ir a ver el Taj.
En la casa para desayunar nos encontramos con un simpático hombre que se alojaba allí también con sus padres y venían desde Kerala para visitar Agra. Mientras desayunábamos estuvimos hablando de blogs, viajes y diferencias culturales y quizá fue lo más cercano a lo que estábamos buscando en aquella guesthouse y que no encontramos por parte de la Shri Radha. Tras desayunar todos juntos y perjurarle al dueño que al volver a España escribiríamos la crítica en Tripadvisor salimos de allí en dirección al Fuerte Rojo sin tiempo que perder.
Llegamos lo más rápido posible con un habilidoso tuk tuk y por 40 INR nos plantamos delante de la puerta del Fuerte. No habíamos visto todavía ni un atisbo del coloso blanco, pero mejor, lo iríamos descubriendo poco a poco. En la puerta de Amar Singh (único punto de acceso) ya vimos lo imponente de las murallas de arenisca a las que les circunda un gran foso. Pudimos comprar las entradas para visitar este monumento y el Taj, 1000 INR por cabeza, con un descuento de 50 INR por comprar las dos a la vez, así que algo es algo. El detalle es cuando te devuelven el cambio en todos estos sitios… qué casualidad oye que siempre se equivocan!!
De entrada decir que nos gustó mucho, bastante más de lo que esperábamos. El antiguo fuerte en principio construido para fines militares, dio paso a lo que es hoy, una amalgama de patios, palacios y mezquitas donde el rojo de la arenisca se mezcla con el blanco mármol. Fue en una de las murallas laterales desde donde por primera vez a la lejanía, divisamos el Taj Mahal a orillas del río Yamuna. “Qué cúpula tan grande!” Un gran cabezón blanco se erigía entre las cuatro columnas, eso fue quizás lo que más nos sorprendió.
A destacar el Mussaman Burj y el Khas Mahal, el palacio con torre donde en su día fue encerrado preso durante ocho años Sha Jahan por su propio hijo. Desde aquí podía contemplar el Taj Mahal donde estaba enterrada su eposa, el monumento al amor más grande que jamás se ha creado.
Nada más salir del fuerte decidimos coger por primera vez un ciclorickshaw por 50 INR de los tantos que se amontonaban a la salida a la caza de algún cliente. Siguiente destino el Itimad ud Daulah aunque mucho más conocido como “Baby Taj”. Como conductor nos tocó un hombre que bien podría estar ya jubilado desde hacía tiempo. El pobre se esforzaba en arrastrar el peso del carromato más nosotros dos, que a pesar que no somos muy grandes lo suyo pesaríamos. Cuando ya no faltaba mucho y debíamos cruzar el puente que atraviesa el río Yamuna vemos que el hombre tiene muchas dificultades…había pinchado una rueda! Con la rueda completamente reventada nos dijo que no podía continuar cosa que se comprendía y nos dio mucho apuro verle sudando a borbotones y con su medio de trabajo inutilizado. Le dimos lo acordado y algo más y encima nos lo agradeció disculpándose por no poder llevarnos a la meta. El trabajo de conductor de ciclo en la India no está pagado (como muchos otros). La polución y un clima castigador hacen de esto un duro trabajo el cual no comprobamos hasta que no vimos a aquel hombre sufrir al llevarnos por aquellas carreteras.
Pasamos el puente andando y pudimos comprobar in situ la cantidad de porquería, suciedad y escombros que lleva el río Yamuna. En la orilla un montón de bueyes se bañaban tranquilamente en el agua aceitosa y las familias dejaban secar al Sol las coloridas telas de los saris. Desde abajo, unos cuantos niños se bañaban sin complejo y nos saludaban al pasar. “¿Pero cómo es posible poder bañarse ahí?” Comprobaríamos días más tarde en Varanasi que los hindús están hechos a prueba de agua contaminada.
En el corto trayecto que ya nos quedaba hacia el monumento caminábamos por una carretera con un tráfico infernal sin nada que se pareciera a una acera. Nos contorneábamos con tal de que no nos atropellasen a cada segundo. Cuando nos cansamos decidimos meternos por las callejuelas a pesar de rodear un poco pero no soportábamos mucho rato más la trilogía coche, polvo y ruido. Apartados del bullicio nos metimos por unas calles con casas muy humildes y encontramos a varios niños que venían en busca de agua a un pozo.
Un buen hombre que por allí andaba en el portal de su casa estaba friendo como una especie de buñuelos dulces en la típica sartén con aceite hirviendo de color negro de tantas veces que lo han refrito. Hicimos de tripas corazón porque aquello tenía buena pinta y arriesgamos nuestro estómago aunque al final no hubo problema alguno, lo de la higiene a veces es lotería. Por un precio irrisorio, nos pusimos las botas de aquellos aritos de sabor dulce, que con mucha maña y un trapo lleno de roña hacía rápidamente el simpático indio.
Llegamos al “Baby Taj” y compramos la entrada 110 INR, con la ya consecuente tarifa por la cámara de vídeo de 25 INR que ya empezaba a tocarnos las narices. ¿Por qué una cámara de fotos sí y una de vídeo no?
El pequeño Taj es también la tumba del abuelo de Mumtaz Mahal, la tercera esposa de Sha Jahan por la que se hizo levantar el grandioso Taj Mahal. También es la primera construcción mogola construída en mármol y para la que se utilizó la técnica de la “Pietradura” (piedras preciosas incrustadas en el mármol blanco). Lo primero que nos chocó fue el hecho de que en comparación con otros monumentos de Agra, la afluencia de público es mucho menor y sobretodo que habían hindús. La puerta de entrada es muy parecida a la del Taj Mahal pero una vez se cruza la diferencia en tamaño habla por si sola. A pesar de ello es muy bonito y si añadimos el hecho de la tranquilidad que le acompañaba realmente lo disfrutamos. Igual de reluciente y simétrico por los cuatro costados, al igual que su hermano mayor con el monumento en el centro y las cuatro puertas alrededor en los cuatro puntos cardinales. Las mujeres con sus coloridos saris paseaban de un lado a otro y a orillas del río se amontonaban los búfalos entre la inmundicia. Un oasis en medio del caos.
Al salir de aquí pensábamos llegar hasta los jardínes de Mehtab Bagh que creíamos más cerca de lo que en realidad estaban. Estos jardines están situados justo en frente del Taj Mahal pero en la otra orilla del río Yamuna. En su día cayeron en el olvido hasta que algún iluminado se dio cuenta que la arena arrastrada desde aquí hasta el cercano monumento favorecía la erosión del mismo. Es por esto que se decidió reformar y poner unos jardines que están alineados a la par con los del Taj. Desde aquí se disfruta de una preciosa vista del monumento sin encontrarte con apenas nadie.
En una de las tantas traiciones que puede darnos la maravillosa, pero a veces mentirosa Lonely Planet, ponía que desde el Baby Taj hasta los jardines habían x kilometros. Acabamos llegando por el camino indicado, era fácil seguir la misma carretera todo el rato no dimos vuelta alguna, pero acabamos tardando el doble de lo que dice la guía. Sobretodo en un día de calor se hace insoportable ya que es todo descampado y sin una triste sombra.
Llegamos sedientos y pagamos las 100 INR del ala que te piden por entrar, haciendo caso omiso al sobrecoste por la cámara de vídeo ya que allí no había ni el Tato una vez entramos. El lugar en cuestión no es ninguna maravilla pero da para un paseo relajado en frente del gran coloso blanco. Ya planteamos el día para ir acercándonos poco a poco y fue aquí donde acercándonos a la orilla del rio, lo vimos por primera vez en todo su esplendor. Esa imagen que has visto en miles de sitios desde pequeño estaba ante nosotros y la verdad es que nos dejó sin palabras. Ya desde aquí lo vimos más grande de lo que esperábamos, así que estábamos deseando que llegase la tarde y verlo lo más cerca posible.
Salimos de los jardines con la esperanza esta vez de encontrar algún tuk tuk que nos llevase a la zona de Taj Ganj para comer pero nos dimos cuenta, que todo el mundo venía hasta aquí con tuk tuk de ida y vuelta. Era increíble pero en esa zona un tanto aislada no había tuk tuks que nos pudiesen llevar. ¡¿Dónde están cuando se les necesita?! Finalmente encontramos uno que dormía la siesta y parece que le fastidiamos a base de bien. Aún así aceptó y por 120 INR nos llevó de manera suicida hasta el destino.
Taj Ganj es la zona de calles situada alrededor de la puerta sur del Taj Mahal, donde se encuentran hoteles de precio bajo, restaurantes y souvenirs para dar y vender. Nos fuimos a comer a Join Us, uno de los tantos sitios en los que te intentan convencer para que entres a comer en su terraza con vistas. En la terraza nos encontramos con unos neozelandeses más raros que un perro verde y si bien el Taj queda medio tapado por otros edificios, se come bien y barato que es lo que importa, los dos por poco más de 200 INR. En toda India supusimos que seguiría siendo la festividad del dios Ganesh porque en un momento la calle se lleno de gente cantando y bailando al son de la música, al tiempo que se tiraban pintura de colores vivos al estilo del Holi. Al final de aquella especie de comparsa, varios carromatos traían consigo distintas figuras del dios elefante con la música a todo trapo.
Había llegado ya la hora y nos fuimos hacia la puerta sur del Taj Mahal para entrar ya de una vez por todas. Entramos por aquí ya que era la más cercana y porque ya habíamos leído que la puerta este tiene la taquilla a un km y hacen entrar a mujeres y hombres por separado aunque acabamos comprobando como aquí también lo hacían. Con un cacheo rápido nos despojaron de alguna chorrada que llevábamos encima, como un peluche o unos chicles que nos obligaron a dejar en consigna. Otra nota importante es que cierran los Viernes sólo para la oración de la población musulmana de la ciudad, así que hay que mirar el calendario si se va con el tiempo justo y que no te coincida ese día. La gran puerta de entrada hecha de arenisca roja de unos 30 m es ya de por sí un monumento y la antesala de lo que viene a continuación.
La historia es bien sabida por todo el mundo. El emperador Sha Jahan dedicó este monumento a su tercera esposa, Mumtaz Mahal que murió dando a luz a su 14º hijo. El monumento más grande dedicado al amor jamás construido y que tardó más de 20 años en hacerse realidad contando todo el complejo que lo rodea. El hijo de Sha Jahan tomó el puesto de su padre y lo encerró en el Fuerte de Agra tachándolo de loco y desde entonces se dedicó a contemplar el monumento hasta su muerte en 1666 para ser enterrado junto a su esposa. Se dice incluso que la idea de Sha era de construír un Taj negro a la otra orilla del río, hubiera sido ya la bomba!
Al pasar por el gran pórtico presentamos la entrada que ya habíamos adquirido en el fuerte con el simbólico descuento, pero te obligaban a pagar nuevamente por la cámara de vídeo. Lo más rastrero del asunto es que encima únicamente se puede grabar desde allí. Sí, sí lo habéis entendido bien. Se paga por entrar la videocámara hasta justo la plataforma que hay pasado el pórtico, a partir de ahí está prohibido totalmente y la verdad son bastante amenazantes con quitarte la cámara si te pillan, ya que en teoría tras grabar desde aquí estás obligado a dejarla en una consigna (cosa que pasamos por alto). Nos olvidamos de la incomprensible política que tienen en todos los monumentos con este tema y pasamos el arco.
Allí estaba, el Taj Mahal! Majestuoso y con un cabezón/cúpula inmenso esta vez bien cerquita y en todo su esplendor. Se podrán leer opiniones para todos los gustos pero nosotros nos posicionamos en las positivas. Es bello e impone, como muchos otros sitios en este mundo no es algo para verlo sólo en fotos. No entraremos en temas místicos o rollos raros simplemente la estampa que se ve es digna de mención.
En esa primera plataforma se afanaba la gente en sacar la bonita imagen del Taj reflejado en el canal que discurre por el centro del largo jardín. Depende mucho de las condiciones del día el sacar esta típica imagen pero francamente haciendo la visita al atardecer pensamos que fue una buena idea y quedaron bastante aceptables. No importa la nacionalidad, si uno se dedica a observar las caras de la gente todo el mundo irradia estupefacción y asombro. Tras sacar la ristra innumerable de fotos posibles avanzamos hasta la siguiente posición donde todo el mundo se amontona. Justo en el centro de los jardines se eleva otra peana desde donde se sacan magníficas instantáneas esta vez desde bastante cerca. Aquí ya se empieza a valorar el increíble trabajo para realizar el edificio igual por los cuatro costados por donde se mire.
Ya a los pies, se puede acceder a la base de mármol descalzándose donde uno se achicharra literalmente con el calor que guarda durante todo el día el suelo. Desde aquí, se pueden observar mejor los grandes minaretes y la mezquita de al lado. Es tiempo para mirar de cerca las escrituras grabadas del Corán y el trabajo realizado de “Pietradura”, una maravilla que parece que se haya hecho ayer mismo. Entramos dentro para ver las tumbas que son falsas, ya que los cuerpos se encuentran a mucha más profundidad. Los cenotafios están circundados por una celosía hecha también de mármol, todo absolutamente es de mármol, un currazo! Fuera iba cayendo el Sol y producía unos contrastes anaranjados en el edificio muy bonitos, así que nos fuimos lentamente alejando para disfrutar del atardecer paseando por el jardín.
Fotos, fotos y más fotos! Nadie quiere perderse ese momento desde cualquier posición. Todo visitante sabe que quizás sea una sola vez en la vida la que se pueda disfrutar de tal maravilla y como es lógico todo el mundo quiere ese recuerdo para sí y para siempre. El Sol fue lentamente yéndose a la par que muchos de los turistas aunque uno puede quedarse casi hasta la total oscuridad. Disfrutamos muchísimo la visita y fue un punto y a parte en el viaje, un objetivo cumplido deseable para cualquier viajero. No se concibe un primer viaje a la India sin ver tal maravilla ya que sería pecado, pero no nos importaría volver algún día al país y nuevamente ver este lugar.
Salimos ya a oscuras para tener una dosis de regateo de regalos bastante rápida ya que el hambre volvía a hacer acto de presencia. Elegimos Joney’s place, un pequeño establecimiento, archiconocido en la ciudad y donde presumen de hacer el mejor Malai Kofta. La cocina, si se puede llamar así, es como decirlo…pequeña no, diminuta! En todo caso los platos están muy buenos y cenamos sobradamente por 220 INR. En el lugar apenas caben unas mesas y los chicos te preparan en la minúscula cocina algunos de los típicos platos. Ciertamente el Malai Kofta damos fe de que estaba tremendo y lo degustamos en compañía de unos italianos y unos polacos con los que habíamos coincidido en el tren de Jaipur a Agra. La luz como de costumbre se fue y nos quedamos un buen rato hablando con ellos de diferentes temas de actualidad hasta que llegó la hora de irse.
Pasamos por la Shri Radha Krishna Kunj para coger las mochilas y despedirnos de nuestros anfitriones. Salí con el dueño a buscar un tuk tuk que decidió acompañarme hasta el final de la calle para contarme toda la historia de cómo empezaron y la terrible depresión por la que había pasado. Tras dar un poco de pena me volvió a insistir que recomendáramos su lugar en todos los lugares habidos y por haber y nos despedimos de ellos no sin un cierto alivio tras la presión que nos pusieron. Nos sabe realmente mal porque podrían tener un éxito increíble en una ciudad tan turística como Agra, pero rebajando el precio, arreglando las duchas y dejando un poco las cosas que vengan solas.
El tuk tuk que nos llevó a la estación de Agra nos cobró 70 INR por un trayecto bastante largo. Una vez allí y llegando con antelación esperamos en una especie de habitación con baños que hacía la función de sala de espera. La sala tenía porquería para parar un tren (y nunca mejor dicho) pero estábamos tan reventados de todo el día que optamos por descansar en aquellas sillas. Tras un rato en el andén nos esperaba nuestra cama caliente del tren a Varanasi llenita de pequeñas y graciosas cucarachillas, bieeeeen!
20 de Septiembre – Varanasi y el sagrado (y contaminadísimo) Ganges
Tras una noche movidita llegamos a media mañana a la estación de Varanasi y cambiábamos el Rajastán por la región de Uttar Pradesh. Habíamos dormido junto a un sij que se quitó su turbante y nos enseñó su larguísima melena y junto a unos militares con sus AK47 “Kalashnikov” todos amontonados en el mismo asiento. Ante todo seguridad! Los trenes indios nos seguían pareciendo la mar de curiosos y pese al ruido o las luces, la clase 3AC nos seguía pareciendo la mar de práctica para realizar largos trayectos.
Tomamos un tuk tuk junto a una pareja de vitorianos que iban en nuestra misma dirección ya que tenían una habitación reservada en la Ganpati Guesthouse a orillas del río Ganges. Nosotros no llevábamos reservado nada pero pensábamos quedarnos en este mismo o en el que está justo al lado, el tan conocido Alka Hotel. El tuktukero nos dejó en el punto más cercano posible a estos hoteles, ya que la maraña de callejuelas estrechas cercanas al río es tal, que el tráfico rodado no está permitido a partir de este punto donde nos dejaron. Con esta excusa hay mucho tuktukero listo que te deja a tomar por saco, así que hay que asegurarse de que se llega a este punto donde ya se ve que a veces hay policía indicando que se dé la vuelta y se comienzan a ver un montón de letreros de los lugares más conocidos.
Junto con los vitorianos nos metimos por el laberinto que es Varanasi y conseguimos llegar hasta la Ganpati. Allí tan sólo les quedaba una habitación pequeñísima, super húmeda y también super cara, con lo cual probamos suerte en el Alka Hotel. El Alka es un gran edificio blanco justo en la orilla del Ganges y la verdad, muy bien situado al mismo pie de los ghats, concretamente en Meer Ghat. Es por esto también que se aprovechan y los precios no son desorbitados pero sí bastante más caros que todo lo que queda lejos del río. De hecho a nivel de alojamiento Varanasi la encontramos bastante más cara que el resto de ciudades visitadas y en 2013 vimos que todos estos hoteles pegaron un aumento de precios importante respecto a años anteriores. En resumen disponían de pequeños y sucios cuchitriles sin ventilación de 900 INR que no estaban disponibles, hasta habitaciones con terraza con vistas bastante caras. Nos quedamos con una habitación media – baja con una triste ventana con rejilla que daba “vistas” al Ganges y un baño muy espartano por 1350 INR y la cual no es que estuviera reluciente, vamos como en la media. Con diferencia fue el alojamiento más caro del viaje pero buscábamos la practicidad de estar céntricos y en eso se lleva la palma.
Nos fuimos en dirección a Dashashwamedh Ghat observando el poco espacio que dejaban las vacas para pasar por esas calles que no hacían ni tres metros de ancho. Al mismo tiempo pasaba una moto, un carromato, una vaca y tú te intentabas meter por el hueco que podías. Paramos a comer en el cercano Dosa Café, un pequeño establecimiento de un hombre amabilísimo el cual hace unas Dosas riquísimas. De postre pedimos la recomendación del “chef” un bizcocho de chocolate caliente que te hace al momento y que estaba tremebundo, sin palabras.
Ya justo antes de Dashashwamedh paseamos por un mercado donde en destartalados puestos se vendían todo tipo de frutas y hortalizas. Personajes de lo más variopinto mendigaban lo que podían y el humeante chai salía por todos lados. Los sadhus y los sadhus de pegatina merodeaban por allí y muchos niños intentaban vender los pétalos para realizar la puja al Ganges. Bajamos las escalerillas del ghat para observar por primera vez el tan famoso río y la primera sensación que tuvimos fue de estupor. Como ya hemos dicho la falta de higiene y acumulación de basura en este país es alarmante desgraciadamente, pero lo del Ganges es que no tiene nombre, hay que verlo para hacerse una idea. Montañas de basura se acumulan en la orilla y el aspecto del “agua”, si puede llamarse así, es de una espesura aceitosa y marrón que no deja una ínfima esperanza de vida alguna. A esto había que añadirle que el caudal del río en Septiembre es bastante alto, así que para pasar de un ghat a otro era toda una odisea donde había que ver muy bien por donde se pasaba y que se pisaba.
Poco a poco iba atardeciendo y las barcas se empezaban a llenar de gente para presenciar la ceremonia del Ganga Aarti que se celebra cada día aquí sobre las siete de la tarde. El Aarti es un ritual hindú de gratitud, en este caso a la madre Ganga que es el río Ganges, que a pesar de lo contaminado que está (5 veces más que cualquier río de Europa aunque hubiéramos dicho 50…) se le venera hasta el final. La ceremonia está llena de pujas u ofrendas al río y los protagonistas son el agua y el fuego que se ofrece a uno o más dioses. En total se representan cinco elementos: el espacio (akash), el viento (vayu), el fuego (agni), el agua (jal) y la tierra (pruthvi).
Nos sentamos en las escalerillas del ghat para ver todo aquello aunque todavía era temprano y estaban preparando el espacio. En poco rato se llenó de gente y ya no cabía ni un alfiler y los vendedores de ofrendas sobretodo en forma de flor intentaban hasta poco antes del comienzo venderte los coloridos pétalos. A nuestro lado unas simpáticas mujeres que venían del sur del país nos preguntaban de dónde veníamos e intentaban hacer migas a pesar de no hablar casi nada de inglés. Se veían algunos occidentales pero como en todo lo que vimos de India, la mayor parte eran hindús de otras partes que visitaban quizás por vez primera otras ciudades de su país.
Empezó la ceremonia con cinco hombres con túnicas naranja que son los encargados de todo el menester. Desde su púlpito en el que tienen todo lo necesario, empiezan a rezar de cara al río en silencio, para más tarde con una especie de lámpara llenar toda la zona de incienso al son de una campanita. En poco tiempo se forma una humareda intensa y el repique de los tambores va en aumento. Luego con unas lámparas doradas aún más grandes encienden una antorcha y se mueven al son de los cánticos. La ceremonia es larga y muy bonita aunque claro está, los occidentales lo vemos más como un espectáculo para los sentidos que como una devoción.
Nos vamos al terminar la ceremonia en dirección al hotel pero no sin antes pasar por un sitio que llevábamos apuntado y ya lo habíamos visto escrito por allí en algún letrero, el Blue Lassi. Recorremos ya bien entrada la noche la larga calle que transcurre paralela al río y por donde a esas horas, todavía están todos los comercios abiertos, las vacas siguen deambulando y hay bastante ambiente. En una estrecha callejuela cercana al Manikarnika Ghat, el crematorio principal, nos topamos con este establecimiento donde un chico amabilísimo hace unos lassi cojonudos. El chaval está sentado en una repisa de cara a la misma calle y por unas escaleritas se puede ocupar algún asiento de los que hay. El sitio en cuestión no es muy grande pero en ese momento no había nadie aunque pronto se llenó. Dentro hay comentarios y fotos en todos los idiomas imaginables, se ve que el chaval se ha ganado la fama con el boca a boca. Pedimos un lassi de manzana y otro multifrutas y qué decir, están buenísimos!! A diferencia del clásico y a modo innovador imagino, te pone trozos de las frutas del sabor escogido y el resultado es tremendo! Están muy elaborados y van de las 40 a las 80 INR.
Mientras degustamos el lassi vemos pasar justo en frente a dos difuntos llenos de flores y que son transportados por un grupo de hombres que pasan a toda velocidad entonando cánticos en dirección al crematorio. Pudimos comprobar que sea la hora que sea no paran de pasar personas fallecidas para recibir su despedida en este lugar tan sagrado para ellos. Cierto es que impacta bastante aunque nada en comparación con lo que íbamos a ver al día siguiente, que nos dejó una de las imágenes más duras que jamás hayamos visto en la vida.
Nos fuimos a la cama con el deber cumplido y la promesa de volver al Blue Lassi al día siguiente. Nos teníamos que levantar temprano para hacer el paseo por el río al amanecer y comprobar de primera mano la adoración de los hindús por sus aguas, a Varanasi le quedaba todavía mucho por ofrecer.
21 de Septiembre – Muerte y devoción en aguas del Ganges
El objetivo de la mañana era el ya conocido paseíllo en barca por el Ganges, así que sin tan siquiera desayunar, acordamos el precio con uno de los tantísimos barqueros que ofrecen sus servicios a cualquier hora del día: 100 INR, 1 hora para dos personas. Partimos con el suave vaivén en dirección sur pasando por Dashashwamedh Ghat donde habíamos estado el día anterior para llegar hasta más allá, volver hasta el Manikarnika o crematorio principal y de nuevo dejarnos en el hotel.
La explosión de gente por la mañana a primera hora nos muestra a todo el mundo con sus quehaceres diarios pero siempre en comunión con el río. Desde el baño matutino, lavarse los dientes, rezar o lavar la ropa… todo absolutamente tiene cabida en las orillas. Las telas de sari secándose al Sol en las escalerillas ofrecen un espectáculo multicolor y los niños juegan sin hacer escrúpulos a todo lo que puede llegar a flotar en el agua. La capacidad inmunológica de esta gente tiene que llegar a límites insospechados. Nos rondaba en la cabeza una y otra vez el ¿cómo es posible que puedan beber esa agua sin caer enfermos? Decenas de hombres se lavaban al unísono y viéndoles lavarse con tanto ímpetu con jabón incluido los dientes, uno se preguntaba si de verdad creían ellos mismos que terminarían limpios tras ese baño.
Llegamos a Harishchandra Ghat donde está el otro crematorio de la ciudad, más pequeño aunque se dice de los más antiguos. Fue aquí donde vimos desde el agua a los primeros cadáveres que disponían a incinerar. A los pies de un destartalado edificio con cientos de troncos apilados los hombres colocan a los muertos en la misma orilla rodeados de una pira de fuego. Los perros revolotean por los alrededores y los restos de flores, plásticos y decoraciones de otros difuntos inundan la orilla.
Volvemos por donde hemos venido pero esta vez más lejos de la orilla para que el pobre hombre que lleva ya un rato remando, descanse al dejarse llevar por la corriente. Desde lejos, se ve una perspectiva de todos los principales ghats y todos los edificios altos que sobresalen. Junto con el Sol que cada vez hace más acto de presencia, dejan una estampa muy bonita.
Sobrepasamos nuestro hotel y nos vamos acercando al Manikarnika Ghat. A lo lejos vemos un bulto en el agua y conforme nos vamos acercando vemos que se trata de un cadáver bastante conservado pero hinchado por el Sol y el agua. Pasamos muy cerca y el barquero sigue su línea recta aunque lo golpea sin inmutarse como si se tratara de un tronco, como si aquello no fuera con él. Aquí nos dimos cuenta del distinto significado que tiene para ellos la muerte, los difuntos no son más que materia sin vida y es el espíritu el que cuenta. Mientras nosotros flipábamos ante tanto choque cultural…
Hay cinco casos en los que la persona es tirada sin incinerar directamente al río: los sadhus, las embarazadas, los niños, los leprosos y los picados por una serpiente. Pensamos que aquel buen hombre por tanto, estaría en uno de estos grupos. Con esta imagen nos da la bienvenida el Manikarnika, el crematorio principal. Sin tener nada que ver con el primero, este es mucho más grande y la humareda que sale del lugar es tal, que te da una idea rápida de la cantidad de gente que se incinera allí. En el tiempo que pasamos por al lado había ya unas cuantas piras y los encargados no pararon de traer a más difuntos hasta el sitio.
Acabamos el trayecto y el barquero nos deja justo en Meer Ghat al lado del hotel. Aunque parezca mentira, tras todo lo visto teníamos hambre y fuimos a desayunar al mismo Alka hotel para recuperar fuerzas aunque todo aquello que se ve te deja un tanto mal cuerpo. Comimos una parata que aunque se parezca al típico pan naan es bastante diferente. Con yogur natural o lassi está muy buena.
Salimos a patear las calles y de buenas a primeras Ely se entretuvo un buen rato con unas cabritas recién nacidas. Varanasi está llena de cabras, por todos lados o eso es la sensación que nos dio ya que salían de cualquier rincón. Siguiendo en dirección sur decidimos pasar por las calles pequeñitas y paralelas al río que a pesar de estar al lado del bullicio dejan un aire de tranquilidad y silencio y un montón de imágenes curiosas. Los sadhus reposan en los ghats y dejan tendida la poca ropa que llevan para que se seque, niños y mujeres llenan los cuencos con las flores y pétalos para realizar la puja y algunos hombres cocinan fritangas en las típicas sartenes con aceite oscuro y reutilizado al máximo. El nivel de porquería y basura acumulada sigue siendo el mismo, un estercolero del tamaño de una ciudad entera en la cual los únicos basureros existentes son las pobres vacas “comelotodo”.
Llegamos al mercado de Dashashwamedh Ghat como el día anterior y compramos varias cosas a buen precio y bien bonitas, como figuras de Ganesh o pergaminos hechos con bambú y pintados a mano. Seguimos recorriendo la ciudad hacia la parte que todavía no habíamos visitado a pie, más al sur de Dashashwamedh Ghat y nos metemos por un laberinto más complicado si cabe pero siempre intentando ir en paralelo al río que ya tenemos más visto. Paramos en una especie de colmado/kiosko para comprar algo que llevamos viendo durante todo el viaje: el tabaco de mascar indio también llamado gutka! Todo aquél que viaje a la India vera a muchísimos hombres en cualquier lugar hacer la mezcla en la mano, machacarla con el pulgar y llevársela a la boca para dejarlo reposar entre la encía y la mejilla hasta pasado un rato pegar un gran escupitajo. El precio de este dañino tabaco sobretodo consumido por las clases humildes es irrisorio 1 o 2 INR y la verdad que tras probarlo podemos afirmar que es asqueroso. El propietario de la tienda nos dio un curso acelerado y le compramos unas cuantas bolsitas de varios sabores para traérnoslas de nuevo a casa y hacer la gracieta con la familia pero lo cierto es que no se la encontramos. Por esta zona habían bastantes tiendas donde comprar barato también: muchas telas, camisetas, pañuelos, pulseras, especias… hicimos una auténtica escabechina.
Continuamos callejeando sin saber que nos quedaba poco para ver quizá la imagen más espeluznante y desagradable que hayamos visto en nuestras vidas. Decidimos salir un poco hacia el río y enfilamos una calle al azar que saliera a algún ghat para vislumbrar un poco la luz del Sol. Casualidades de la vida fuimos a parar a unas pequeñas escalerillas que daban a un solitario ghat y justo en frente nuestro el Sol nos cegaba todavía lo que en unos segundos íbamos a ver… Justo en la orilla vimos un bulto que conforme nos fuimos acercando vimos que se trataba de otro cadáver semi intacto. Lo peor de todo fue los dos perros que mordisqueaban el maltrecho brazo del difunto al que se le veía todo el húmero. Jamás olvidaremos entre tanto silencio el crujir de los huesos con las mordidas de los canes. Quizás hayamos sido un poco explícitos pero en esta ciudad la muerte se vive de una manera tan natural que se debe ir preparado para imágenes como esta e incluso peores. Siguiendo el camino por la arena, justo al lado un abuelo con sus nietos disfrutaban apaciblemente de un baño como si aquello no les importase, no lo veían como algo raro. Ese fue sin duda el recuerdo que mejor explica el sentir de esta ciudad, la muerte desde un punto de vista distinto.
Pasamos a pie por el Harishchandra ghat, el pequeño crematorio que seguía con su función diaria de incineraciones y proseguimos en dirección a Assi ghat. El caso es que seguimos caminando hasta que el límite de la ciudad antigua cesó, y los derruidos edificios y estrechas calles daban paso a una ciudad más nueva con comercios y avenidas más grandes. Pateamos de vuelta de nuevo hasta Dashashwamedh y nos encontramos a unos niños que sin pudor nos pidieron que les ayudásemos a bombear una fuente de pozo que había en esa calle. Allí que fuimos ante la risa de los mismos de ver a un guiri realizando dicha tarea para que pudiesen beber y recoger el agua necesaria.
Ya en el centro paramos a comprar unos dulces en una tienda a la que le habíamos echado el ojo. Por 33 INR disfrutamos de una caja llena de dulces extremadamente dulces, pero que los amantes de lo azucarado como nosotros no les harán ascos. En cualquier caso, los dejamos para después de comer ya que el hambre apremiaba y nos dispusimos a buscar el Madhur Milan Café que se encuentra en la gran confluencia de calles que forman la caótica plaza en Dashashwamedh. El sitio estaba ocupado por locales exclusivamente y tenía mugre como para parar un tren pero la verdad que comimos de fábula por 260 INR y no pudimos acabar todo. Estuvimos codo a codo con indios que comían con todas las manos emplastufadas de salsa y arroz. La nota negativa fue que un camarero jovencito nos pidió propina y el jefe al escucharlo le pegó un chico broncón para luego pedirnos propina él mismo…
Ya por la tarde nos fuimos hasta Manikarnika ghat para recorrerlo a pie y ver un poco más de cerca el tema de la incineración aún guardando el respeto de las familias. De camino en uno de los ghats cercanos vimos a dos perros que intentaban coger un gran saco de dentro del agua. Cuál fue nuestra sorpresa al acercarnos que dentro del saco asomaba una vaca entera que habían tirado tal cual al río. Seguíamos con imágenes tan chocantes para nosotros pero tan normales para esta ciudad. De fondo, divisamos la mezquita de Aurangazeb que domina la parte norte de los ghats sobre una colina.
Ya en Manikarnika pudimos comprobar la cantidad de leños y madera acumulada en las calles de alrededor de este crematorio principal. El humo que desprenden los cuerpos no huele en absoluto pero inunda todos los alrededores, el lugar en cuestión se ve de una forma muy distinta a la del barco. Normalmente son hombres los que acompañan el féretro que suele ir decorado con unos mantos de color naranja y dorado muy vistosos sobre una especie de camilla hecha de bambús. Se negocia un precio según se pueda pagar más o menos y de este dependerá la cantidad y la calidad de la madera utilizada para tal cometido. Quienes se encargan de las incineraciones son los llamados “intocables” unas de las castas más bajas. Muchísima gente enferma o en sus últimos años de vida vienen a pasar sus últimos estertores en los ghats de Varanasi para acabar incinerándose aquí y que sus cenizas reposen en la madre Ganga. Con esto, se cree que el ciclo de reencarnaciones termina y se pasa a la vida eterna. Más o menos un cuerpo dura unas tres horas y media en consumirse y viendo el ritmo que llevan nos es de extrañar que se lleguen a incinerar unos 200 cuerpos por día.
Por suerte, no nos encontramos a ninguno de los pesados de turno que te quieren llevar a cambio de propina a un lugar en los edificios adyacentes para ver mejor las cremaciones. Nosotros entramos hasta un punto neutral desde donde el cuál podíamos observar sin molestar y sin hacer ninguna foto ni vídeo por respeto. En un momento dado se disponían a quemar un cadáver y viendo nuestras miradas de curiosidad, uno de los allí presentes nos invita a pasar más cerca. El difunto en cuestión estaba completamente cubierto de leños y sólo se dejaba ver el rostro. Ni una lágrima ni un llanto dieron paso a la ceremonia que se llevaba a cabo, unos vienen y otros se van así de simple.
Nuestra ración de muerte y cremaciones había llegado a su fin y nos fuimos a tomar tranquilamente un merecido descanso después de un largo día caminando. Nosotros dejábamos el crematorio pero por las calles de alrededor seguían pasando comitivas fúnebres sin parar. Subimos hasta la terraza del Dolphin Restaurant para tomar un refresco con la excusa de ver el atardecer desde allí con unas bonitas vistas de casi todos los ghats de la ciudad. Cuando nos cansamos nos fuimos a cenar al mismo Alka hotel donde nos esperaba un completísimo thali que nos puso en forma tras ver tantas imágenes de muerte que te dejan el estómago revuelto. De postre, pasaríamos de nuevo por Blue Lassi para ver si todo seguía en orden y ya de paso probar otro de sus elaborados yogures jeje.
Nos quedaba tomar un tren a medianoche que nos devolvería a Delhi, pero nos quedaba un buen rato para salir y pudimos echar una cabezadita en la terraza del Alka, pensando en lo que necesitábamos dormir esa noche después de la caminata y emociones vividas. Pardillos de nosotros no sabíamos todavía lo que nos esperaba… sin duda alguna la peor noche viajera de nuestras vidas. Cuando llegó la hora cogimos los macutos y nos fuimos pateando hasta el centro donde encontramos un ciclorickshaw que nos llevase hasta la estación. El trayecto se hizo largo y los especímenes que salían a aquellas horas por las afueras no transmitían buenas vibraciones. Entre el aire que se levantaba y que íbamos enlatados en aquella ferralla de bici estábamos deseando llegar de una vez al destino, pero lo peor estaba aún por venir…
Ya en la estación nos quedaba un buen rato hasta medianoche, hora en la que salía el tren, así que nos dedicamos a mirar lo que se cocía en el andén. Como siempre mucha gente en el suelo durmiendo y una de las estaciones más hechas polvo que vimos. Las ratas del tamaño de mi antebrazo se paseaban a su antojo y no tenían miedo alguno en pasar por encima de los dormilones que ni se inmutaban. Cerca de las doce cuelgan las listas del tren y sorpresa, no aparecemos! Este trayecto era el único en el que no habíamos conseguido reserva y estábamos en el número 1 y 2 de la lista de espera. Siguiendo los consejos de tanta gente, nos confiamos en que a última hora alguna reserva se cancelase y seguidamente entráramos en lista porque según leímos, siempre pasaba. Pues no, no pasa siempre y comprobando con el revisor, efectivamente nos habíamos quedado justo a las puertas, en la lista de espera y con cara de idiota. De muy malas maneras el revisor nos dijo que no podíamos subir y que no había ninguna solución y nos despachó lo más pronto que pudo entre una marabunta de gente.
Nuestra cara era un poema y faltaban apenas diez minutos para salir el tren. Valoramos la posibilidad de quedarnos esa noche en Varanasi y coger otro tren al día siguiente o incluso un avión pero nos fastidiaba ya todo el planning. Sin venirnos abajo nos fuimos hasta la central de taquillas de la estación y esta vez dimos con un hombre más amable. Le comentamos lo ocurrido y señalando al tren y riendo nos dijo una frase que no olvidaremos: “Señores, en esos vagones de sleeper hay más de cien personas que viajan sin billete. Corran y métanse dentro!”. Sí señor, India en estado puro! Sin pensárnoslo dos veces, salimos corriendo al mismo tiempo que el tren en marcha comenzaba a coger ritmo y nos subimos al vagón de Sleeper class con el macuto a cuestas… comenzaba la noche viajera más abominable que hayamos tenido nunca.
Nada más entrar por los pelos ya pudimos comprobar que aquellos vagones iban atestados de gente y que encontrar un hueco no iba a ser coser y cantar. En la oscuridad del vagón no se veía casi nada y las mochilas no nos dejaban mucho margen de maniobra que digamos. Desechamos los dos primeros vagones porque era literalmente imposible encontrar un hueco. En las literas ya todo el mundo había ocupado alguna plaza y dormían de tres en tres y en el estrecho pasillo difícilmente se podía dar un paso sin caerse, ya que estaba ocupado con más gente durmiendo en el suelo. Ya pensábamos en quedarnos en los huecos donde se unen los vagones y están en contacto con el exterior, pero al pasar por ahí también había más gente durmiendo! Desde aquí pedimos perdón a todo indio que pudimos pisar, porque no fueron pocos! La cantidad de improperios que nos llegaron a soltar no se quedó corta pero era como caminar a ciegas sobre una cuerda floja.
Tras no sé cuantos vagones recorridos encontramos finalmente el lugar donde pasaríamos la noche, el maravilloso “hueco del lavabo”. De las cerca de 15 horas que tardó el trayecto Varanasi – Delhi, íbamos a pasar siete de ellas de pie al lado de dos magníficos inodoros indios, justo como lo soñábamos cuando aún estábamos en el Alka deseando pillar la cama. El lugar en cuestión estaba situado entre la puerta de entrada al vagón, los lavabos y el hueco de unión entre vagones. Estábamos cansados de todo el día y sólo de pensar que teníamos que estar allí de pie hasta vete tú a saber cuando nos desanimó por completo. Para colmo apenas teníamos agua y hacía un calor de muerte, que se acentuaba por los olores de toda clase que corrían por allí. No podíamos dormirnos porque no había espacio físico ni para sentarse y a parte, teníamos a nuestro cargo todas las cosas de valor y nuestras mochilas que vigilábamos en todo momento ante más de una mirada demasiado curiosa. Todo esto sin contar que la puerta al exterior iba en todo momento abierta y que con cualquier vaivén del tren te ibas abajo. Cualquiera cerraba los ojos!
Durante esas 7 horas las idas y venidas al lavabo de todos los del tren eran constantes a cada minuto y como estábamos justo en medio nos teníamos que ir apartando cada dos por tres. Los ruidos y olores de aquellas horas no los reproduciremos aquí pero sólo diremos que el deporte nacional en India es lavarse los pies en la pica y escupir como si a uno le fuera la vida sacando todo lo que tenga dentro (también en la pica). Todavía no sabemos cómo no llegamos a vomitar o incluso marearnos pero aunque aguantamos el tirón fue realmente desagradable. Un recuerdo para los de toda la vida jeje!
22 de Septiembre – Recuperando fuerzas en Delhi
Ya de día se fueron librando algunas literas y pudimos al menos sentarnos cuando ya no sentíamos ni las piernas. Compartimos asiento lo que nos quedaba de mañana con dos jóvenes que no pararon de mascar tabaco y que nos confirmaron que además el tren llegaba con retraso a la capital. Si en algún momento hicimos intentona de dormir algo, los infalibles vendedores de chai nos lo impedían, pasando por al lado “a grito pelao”. Encima a estos últimos se les añadieron otros que vendían una cosa para comer que le llamaban “charipuri” y que no paraban de repetir rápidamente tal que así: “charipuricharipuricharipuricharipuri!!!!”. Al filo de las tres del mediodía, Delhi nos dio la bienvenida con una de las estampas más típicas en las vías de tren de toda India: cantidad de gente malviviendo a los lados en la más pura miseria e hileras de personas defecando de espaldas a los trenes sin ningún pudor. Quién se imagine la India de los palacios y marajás que se vaya olvidando, hoy en día esto es lo más cercano a la realidad.
Llegamos a la cercana Paharganj y lo único en lo que pensábamos era en pillar una cama. Nos planteamos el hotel Hare Piorko con unas habitaciones más que perfectas pero nos pedían 1400 – 1700 INR y salimos por patas. Finalmente nos quedamos en el Arjun Hotel que habíamos desechado el primer día por 700 INR. También tenían por 600 INR unos cuchitriles sucios y con humedades que parecían el cuarto oscuro así que viendo la poca diferencia nos quedamos en una habitación que aunque pasable, era más normalita.
Ese día no necesitábamos una ducha, sino más bien una desinfección completa con lejía y si apuramos una completa desesterilización. Nos sentíamos realmente guarros en el sentido más amplio de la palabra pero en cualquier caso, nos conformamos con el agua medio calentita del hotel Arjun y descansamos unas horas que debíamos sí o sí recuperar.
Ya por la tarde nos levantamos como si nos hubieran pegado una paliza pero habíamos recargado un poco la batería. Sabíamos ya de antemano que ese día en Delhi iba a ser de transición y nos dábamos con un canto en los dientes sabiendo que finalmente, habíamos podido completar el trayecto esa misma noche anterior y no habíamos perdido tiempo. Nos dedicamos a pasear por la zona y hacer unas cuantas compras y acabamos cenando en Sam’s Restaurant que tiene una terraza en lo alto del Hotel Vivek. Otro de los lugares para salir del paso aunque desde arriba se puede ver todo el caos de Paharganj.
Cenamos tranquilamente comentando la jugada entre risas, aunque en el momento no nos reímos tanto. Habíamos salido ilesos de aquella noche terrible y ahora nos tocaba nuevamente descansar para ir a pleno rendimiento en nuestro nuevo destino: Amritsar. A esta ciudad le teníamos muchas ganas desde el principio y pudimos comprobar que fue una apuesta segura.
23 de Septiembre – Con los Sij en Amritsar y su preciado Golden Temple
Todavía era de noche cuando tomamos el tren tipo Chair Car de asientos hacia Amritsar y que nos llevaría a esta ciudad, una de las maravillas de la región del Punjab y fronteriza con Pakistán. A diferencia del Chair Car que tomamos de Jaipur a Agra este era bastante más nuevo con servicio de desayuno ya incluido, e incluso te daban el periódico cosa que nos sorprendió bastante. Llegamos sin incidencias e inmediatamente fue salir y darnos cuenta que realmente es uno de los reductos donde la mayoría de su población pertenece a la religión sij. Los hombres de barbas largas y grandes turbantes estaban por todas partes e incluido el ciclorisckshaw que nos llevó hasta el centro también era sij como no. Nos costó 60 INR para llegar a la zona del Templo Dorado y en más de una cuesta nos tuvimos que bajar a empujar porque el pobre hombre no podía. Seguimos creyendo que habrá peores trabajos, pero físicamente este tiene que quemar mucho en un entorno tan hostil como las ciudades indias llenas de tráfico y polución.
La previa búsqueda de alojamiento en Amritsar fue bastante fracaso ya que no encontramos ningún lugar que tuviera más o menos buenas críticas más bien todo lo contrario y encima con precios elevados. Nos dedicamos a ojear algún alojamiento lo más cercano posible al templo y acabamos en uno de los peores cuchitriles de la zona, el Hotel Grace, situado a escasos 5 minutos del a entrada al Templo Dorado. Tenían habitaciones con y sin AC y acabamos pagando 900 INR por una habitación sin AC, en la que el paso del tiempo había hecho estragos quizá desde los años 40 y no exageramos nada. Vimos varias habitaciones y a cada cual peor todas con la misma decoración de principios de siglo XX, aunque eso sí eran grandes. Insectos en la cama los que quieras y pelos como para hacerte un cojín. El polvo se comía los muebles, allí no habían pasado una escoba en años. Las humedades inundaban las paredes y la puerta del lavabo estaba podrida hasta la mitad precisamente por este motivo. Para colmo el lavabo estaba infestado de cucarachas con las que pudimos compartir ducha y el dueño era un jeta de cuidado. Aun así, viendo que todo era del estilo y queríamos aprovechar el día nos quedamos, pero fue de lo peor en cuanto a calidad precio.
La ciudad en sí no tiene grandes alicientes si no contamos la gran joya de la corona que es el Templo Dorado (Golden Temple) o Harmandir Sahib el lugar sagrado más importante para la religión sij y principal centro de peregrinación. Habíamos ya visto dos de sus Gurdwara (templos) en Delhi y Pushkar pero el de aquí no tiene parangón alguno. Amritsar y la región del Punjab son el mayor asentamiento de esta religión monoteísta donde al menos una vez en la vida los sij de todo el mundo intentan acudir, como los musulmanes a la meca. Se trata de una ciudad bastante gris aunque sin el caos de otras más grandes, con un casco antiguo lleno de bazares que lo rodea una muralla apartándolo de la ciudad nueva.
Sin perder más tiempo nos fuimos directamente hacia el recinto del templo, al cual se accede desde el cercano Sri Guru Ram Das Niwas. Este edificio anexo al templo de nombre impronunciable alberga a cualquier peregrino de cualquier nacionalidad sin coste alguno, aunque normalmente se deja la voluntad. Cuenta con dormitorios comunes y baños compartidos y es una posible solución al resto de alojamientos. La entrada al Gurdwara es gratuita, únicamente como siempre uno se debe descalzar al completo y llevar tapada la cabeza con pañuelos que prestan o incluso que venden por 10 INR con el logo del Golden Temple. Tras dejar los zapatos en consigna nos encontramos con un grupo de sij que bien podrían representar lo que llaman ellos las 5k o artículos de fe que todo hombre sij debe llevar: kesh (pelo largo sin cortar y bien recogido en un turbante), khanga (peine de madera para peinarse), kara (pulsera de metal), kacha (ropa interior de algodón) y kirpán (pequeña daga recurva). Lo mejor de este grupo fue que nos pidieron la foto ellos a nosotros, los occidentales somos allí lo exótico y no hombres armados con grandes espadas y turbantes de medio metro jaja.
Más adelante ya vislumbramos de lejos la gran cúpula dorada pero como llegaba la hora de comer pasamos primero por el Guru-Ka Langar, el comedor comunitario. Los sij son tan amables que como símbolo de unión para todas las religiones no sólo ofrecen dormir gratis sino también comer gratis. Este gran comedor funciona con voluntarios sij que están a todas horas del día sin parar, tras pasar por allí podemos asegurar que no son pocos, increíble el espíritu de cooperación de esta gente dando de comer casi a 80.000 personas al día. Es una experiencia que no nos la podíamos perder así que hicimos cola en la hilera y esperamos a que nos diesen los cubiertos y la bandeja preparada a modo de thali. Te van poniendo por orden sentado en el suelo de una gran sala y unos hombres reparten la comida con grandes cubos en la que nunca faltan los chapatis. La gente entra y sale sin parar y está todo organizadísimo. Nada más salir dejamos la bandeja y dimos una vuelta por las cocinas y ver como manejaban todo.
Alrededor había voluntarios que se encargaban de fregar, otros de cortar montañas de cebolla y chili, otros preparaban arroz o lentejas (daal) en unos cuencos enormes pero todo muy sincronizado y bien montado, es digno de admirar. Nos acercamos a la zona de chapatis donde mientras unos aplastan la masa y les dan forma, otros los asan en unas grandes planchas a un ritmo vertiginoso. Suponemos que nos vieron allí con la boca abierta y nos invitaron a pasar y colaborar. El caso es que al tiempo que yo hice tres con un resultado un tanto dudoso, ellos habían hecho el triple y no podían parar de reírse de mi falta de maña haciendo chapatis. Mejor dejar esta función a los expertos!
Dejamos el comedor para ir a visitar ya el Templo Dorado que nos daba la bienvenida con los cánticos del gran libro sagrado de los sij, sonando durante 24h por los altavoces y que reproducen desde su interior. La mole dorada llamada Hari Mandir Sahib que representa una flor de loto invertida, se encuentra en medio de un gran estanque, el Amrit Sarovar y hay una pequeña pasarela que da acceso a él. Alrededor del agua sagrada cierra el perímetro cuadrado un edificio de color blanco con una pasarela de mármol blanco que rodea todo a su vez llamada Parkarma. El sitio es precioso no hay palabras y quizás sea uno de los lugares junto con el Taj Mahal más espectaculares que vimos en todo el viaje.
El paseo por el alrededor del agua acaba relajando hasta al más nervioso y sólo es interrumpido por las propuestas de los amables sij de hacerse una foto con guiris con mochilas a cuestas, siempre entre la rara mezcla de la vergüenza y la cercanía de querer relacionarse contigo. Claro está, como lugar de culto el sitio está impoluto y reluciente y varios sijs con grandes lanzas y espadas forman en algunos puntos clave a modo de vigilantes. Algunos se bañaban en sus aguas llenas de peces y nos resultó curioso el detalle de no señalar con los pies hacia el estanque sagrado. Un amable señor nos comentó cuando descansábamos sentados en el suelo, que debíamos cruzar las piernas pero nunca mantenerlas estiradas en dirección al agua y mucho menos dejar los pies metidos en ella.
Seguimos la marea de gente que formaba la cola para entrar al templo y visitar su interior. Al igual que el Taj la parte inferior de mármol tiene detalles de «Pietradura» muy bonitos y la parte superior que forma la cúpula y todo el interior está chapado en oro para lo cual se utilizaron más de 750 kg! Dentro hay dos plantas y una gran lámpara enorme que cuelga en el centro. Abajo están los músicos que tocan sin parar y escucharlos allí mismo en directo no tiene precio, aunque sea muy repetitiva la música no está mal. Nos quedamos disfrutando allí hasta el atardecer dando la vuelta completa hasta salir por el mismo punto. Ya fuera nueva sorpresa de los sij, un kiosko con Coca Cola gratis para todo el mundo para combatir el calor, no vaya a ser que tengas sed. Son la bomba esta gente!
Nos fuimos a cenar con la idea de volver más tarde para la ceremonia que se celebra por la noche. Recorrimos un poco los bazares del casco antiguo que cierran hasta bastante tarde y siempre tienen movimiento hasta llegar al Brother’s Dhaba uno de los restaurantes más conocidos de la ciudad situado puerta con puerta también con el Kesar Da Dhaba. Siguiendo con la tónica de la ciudad que no entra en la mayoría de recorridos se veían escasos extranjeros, estuvimos metidos en una marea de turbantes durante dos días. Ese día cabe decir que nos pasamos de comida. Pedimos tres platos pero qué tres platos! Un thali estilo Punjab bastante diferente al resto de India y buenísimo, una Dosa y una especie de tortilla rara muy buena con sus respectivas salsas. Todo nos costó 400 INR y son bastante amables y rápidos, eso sí el camarero pide propina, algo que irrita bastante.
Ya bien entrada la noche volvimos al Templo Dorado para verlo iluminado, cosa totalmente recomendable ya que la imagen no tiene nada que ver con la vista durante el día. El estanque alrededor queda casi totalmente a oscuras a excepción del reflejo de la mole dorada iluminada por algunos focos y resplandeciendo al máximo.
Cada dia a las 21:30 – 22:00 se puede asistir a la ceremonia del libro sagrado sij “Guru Granth Sahib”, el cual es sacado de su guarida en el templo dorado y llevado hasta un edificio en frente llamado Akal Takhat para que “duerma” durante la noche hasta las 4:00 – 5:00 hora a la cual se vuelve a hacer la ceremonia de recogida y vuelve a su sitio.
La verdad es que impresiona ver cómo viven esto sabiendo que se realiza cada día, puesto que la devoción y ganas que le ponen son muchas. A la hora indicada salen del templo un montón de ancianos a cada cual con más pinta de sabio y barbas larguísimas. Estos son los encargados de decorar el palanquín donde irá el libro como si de una persona se tratase. Se tiran un buen rato decorando y doblando sábanas sin que quede ninguna arruga todo a la perfección y todo esto sin parar de hacer los cánticos cada vez con más intensidad.
Ya una vez listos, toda la comitiva entra con el palanquín hacia el templo por la pasarela y todo el mundo presente va detrás. Sin saber muy bien como en un plis plas nos vimos inmersos dentro de la marabunta en la misma puerta del templo viendo todo el cotarro. En ese momento sacan al libro envuelto en sábanas y los cantes llegan a su punto álgido hasta ponerlo en su cojín y llevárselo hacia afuera. El fervor alcanza el clímax al salir todos en tromba por una pasarela que tampoco es excesivamente grande, pero vale la pena verlo de cerca y como viven esta ceremonia.
Al acabar nos fuimos al hotel para descansar y seguir disfrutando de la ciudad al día siguiente. Nos quedaban apenas dos días para acabar el viaje y ya se acercaba la conocida sensación de querer quedarse más y que rápido había pasado todo…
24 de Septiembre – Attari o la frontera más friki del mundo entre India y Pakistán
Nos levantamos tras la apacible noche pasada en el Hotel Grace donde nos protegimos de la cama vaya a ser que nos mordiera o contaminara de la roña que tenía. Abajo nos esperaba el dueño al cual le pedimos a cuanto cambiaba los euros ya que necesitábamos nuevas rupias. Nos dijo un precio bajísimo el cual rechazamos y cuando ya estábamos saliendo por la puerta nos llama para hacer una de los teatros más falsos que hayamos visto. Cogiendo el teléfono y tecleando un número al azar hace ver que está hablando con alguien para negociar si puede darnos un poco más por los euros a cambiar. Finalmente cuelga y acepta el cambio que le habíamos dicho, 82 – 83 INR por Euro en Septiembre 2013 que era lo que había en todos los sitios.
Teníamos esa mañana para visitar algún lugar más de la ciudad y nos decantamos por el templo de Sri Durgiana al cual fuimos en tuk tuk por 50 INR. Queríamos haber ido al templo de Mata que se encuentra en el interior de una cueva, pero aparte que estaba lejos, no queríamos llegar tarde a coger los vehículos que salen cada tarde a la frontera con Pakistán para ver la ceremonia de cierre. Al Sri Durgiana también se le conoce como Templo Plateado por las puertas plateadas que lo presiden. Al igual que el Templo Dorado se encuentra en medio de un estanque sagrado con una pasarela para acceder y viene a ser la versión hinduista de este último. No es una copia exacta y su tamaño es menor pero mantiene la estructura con la cúpula dorada y todo. En la entrada hay figuras de dioses con cara de mono y de pájaro que pueden crear pesadillas de lo feas que son jeje.
Ya de nuevo en el centro fuimos a visitar el parque de Jallianwala Bagh. Es aquí en este escondido parque rodeado de edificios, donde en 1919 las autoridades británicas abrieron fuego contra 5000 manifestantes indios causando casi 1500 muertos en represalia al asesinato de varios banqueros ingleses. A día de hoy se distinguen los impactos de balas en los muros y una llama arde sin interrupción en este lugar.
Se acercaba el mediodía y cerca del Templo dorado había unas taquillas que vendían el transporte colectivo para la frontera de Attari. Conforme se van acercando las 15h aparecen por los alrededores un montón de hombres que a grito pelado ofrecen transporte para ir ese mismo día a ver el cierre de frontera, así que no es ningún problema a la hora de reservar. En las taquillas nos cobraron 110 INR y nos dio un papelito para estar allí mismo a la hora indicada y como nos quedaba tiempo nos fuimos a comer.
Sobre las 15h estábamos allí como un clavo y el hombre encargado nos acompañó a través de las calles a nosotros y a una mujer italiana que viajaba sola, para encontrar la furgoneta que nos llevaría. Fueron viniendo algunos más, entre ellos una pareja de indios, hasta formar un grupo de diez que a duras penas cabíamos en la minivan. Para que mentir, el viaje fue incómodo a más no poder y más o menos duró una horita de reloj. Al llegar te dejan en una desolada carretera a justo un km de la frontera y se llega hasta ella a pie. En los mismos parkings hay como unos puestos con mesas improvisadas para guardar las mochilas o cosas de valor ya que no se puede entrar con casi nada de bulto y cobran unas 20 INR. Mucho mejor ir con lo justo ya que ni cabe en el vehículo y encima no te dejarán entrar ningún tipo de mochila.
Justo antes de la entrada separan a indios y extranjeros. La proporción es de 20 indios por cada extranjero como mínimo y la cola que forman más la posterior estampida es de alucine. Con la paciencia que tienen se agolpan y forman un cacao considerable para entrar lo más rápido posible y acaban formando una marea humana que miedo da. Al otro lado de la cuerda que nos separa de ellos, caminamos hasta la entrada los cuatro guiris que van a presenciar el espectáculo con cara de incredulidad, la forma con la que lo viven es una pasada. Ya justo en la entrada unos militares se encargan de separar a hombres y mujeres y cachearte a conciencia, no dejan pasar ni mecheros ni bolsas de plástico tampoco. Tras tanta medida de seguridad llegamos a las gradas donde en un pequeño rincón, con muy buena perspectiva por cierto, agolpan a todos los extranjeros.
Desde aquí vemos las dos vallas separadoras con los colores y las inscripciones de India y Pakistán. De un lado de la carretera la grada de Pakistán de verde y blanco y en la que no hay prácticamente nadie, aunque poco a poco se fue medio llenando. Del otro lado donde estamos, la grada de India llena hasta la bandera con un retrato en grande de Ghandi y dos militares armados y apostados por si las moscas. Queda un rato para que empiece la ceremonia y la gente se entretiene en la misma carretera bailando al son de la música y paseando banderas de India. La música resuena a todo volumen y la gente enloquece con temazos sacados de Bollywood que a nosotros nos suenan como a canción del verano estilo indio. Un animador con micrófono en mano y vestido con el chándal de India anima a todo el mundo con cánticos desafiantes a los vecinos pakistaníes. Todo muy festival y divertido a pesar de sentirte un poco como bichos raros aparte.
Por allí se pasean los militares que desfilan en la ceremonia que van colocando a la gente como si de un revisor de cine se tratase y acceden a hacerse fotos con todo el mundo. Estos militares van ataviados con unos gorros cuanto menos curiosos, vamos a decirle particulares, son una mezcla de cresta de gallo y abanico de cantante de Locomia sin olvidarnos de los pantalones subidos a la altura del ombligo. Vamos, el traje militar más friki jamás visto.
Con ya todo el mundo en sus asientos empieza la ceremonia que según la puesta de Sol puede ser a las 16 o a las 17h según la época del año. A la voz en grito de uno de los jefes van saliendo por parejas los soldados a paso ligero y de vez en cuando sueltan algún patadón al aire casi dándose a ellos mismos realizando unos aspavientos bastante cómicos. A su vez salen del otro lado los pakistaníes que más o menos van igual, pero su gorro y traje es de color negro a diferencia del gorro rojo indio y traje caqui. Justo en la confluencia se saludan, intercambian saludos esquivos y hacen subir las banderas de ambos países prácticamente a la vez llegando a ser dos grupos de unos diez.
Todo es como una especie de coreografía donde ambos se desafían y tratan de ver quién es el que marca más el paso o grita más fuerte. Al final ambos bajan las banderas en perfecta coordinación y la doblan para llevárselo hacia su territorio cerrando las puertas de par en par ya para toda la noche y escenificando el cierre de frontera. La verdad es que si se tiene tiempo nos valió la pena y pasamos un rato divertido, sobretodo al ver como la gente lo vive en perfecta armonía con el país hermano, cosa rara viendo las relaciones entre ambos países en los últimos años.
Ya de vuelta en Amritsar el conductor nos dice que tenemos que pagar 30 INR por persona para el parking cosa que sospechamos se saca de la manga, cuando nadie nos había dicho nada. Nosotros y el resto de pasajeros de la furgoneta nos cerramos en banda y le enviamos a freír espárragos a lo que tampoco opone mucha resistencia. Ya tan sólo nos quedaba recoger las maletas en nuestro hotel y dirigirnos hacia la estación de trenes para llegar a nuestra última parada del viaje, la vuelta a la capital de Delhi. Amritsar nos había dejado un muy buen sabor de boca, una población amabilísima como los sij, totalmente distinta al resto del país y un lugar más alejado de las típicas rutas por el Rajastán.
25 de Septiembre – La Tumba de Humayun y despedida y cierre
Llegamos a Delhi por la mañana sin ninguna incidencia en el que había sido nuestro último tren indio. Aunque todavía no lo sabíamos los echaríamos de menos, no serán los trenes bala japoneses, pero a pesar de todo, son una magnífica forma de recorrer el país con un sinfín de experiencias e imágenes. Ya en la de sobras conocida Paharganj nos fuimos hasta la puerta del S.B.Inn, la guesthouse que previamente en nuestro último paso por la capital habíamos dejado reservada ya que al ser de lo mejorcito en cuanto a calidad / precio siempre está muy solicitada. Totalmente recomendable por ser uno de los lugares más limpios que vimos, con Wifi y verdadera agua caliente a un precio de 800 INR.
Sin más dilación tomamos un tuk tuk que por 100 INR nos llevó hasta el barrio musulmán de Nizzamudin donde se encuentra uno de los monumentos más bonitos y que más ganas teníamos de ver, la tumba de Humayun. La entrada cuesta 250 INR más 25 INR por la dichosa cámara de vídeo.
El edificio principal de arenisca roja y mármol blanco con una gran cúpula, se impone en el centro de varias hectáreas de jardines perfectamente alineados. Es uno de los ejemplos de arquitectura mogola y quizá el monumento más bonito de la capital en nuestra opinión. Por los jardines hay varios sepulcros pero los de la mujer del segundo emperador mogol y el de éste, son los que se encuentran en el interior del edificio principal, adornado con grandes pórticos y desde el cual se divisan los jardines de alrededor.
El cansancio hacia mella y ya nos pillaba la tarde así que decidimos volver a Paharganj para realizar las últimas compras. Fue aquí donde descubrimos una interesante tienda en los bajos del hotel Hare Piorko, que con precios fijos tenía unas ofertazas en un montón de artículos y acabamos llevándonos media tienda para decorar la casa. Reservamos el transporte al aeropuerto por 350 INR que nos llevaría la mañana siguiente bien temprano y el resto ya es historia. Nos fue pillando la noche con la sensación de haber hecho un viaje demasiado corto.
Conclusión
Como hemos dicho en alguna ocasión, nunca nos creímos la frase que más escuchamos antes de visitar la India: “La India o te encanta o la odias”. Ni esta frase ni ninguna de sus derivadas nos impide decir que siempre hay puntos intermedios y con esta idea llegamos hasta allí. Sin ser nuestra prioridad y sin crearnos grandes expectativas, olvidándonos de misticismos o pasados de marajás, fuimos con la mente abierta, a verlas venir, a ver que nos deparaba este país del llamado tercer mundo castigado por un montón de problemas. Si bien es cierto que los problemas están ahí: miseria, polución, etc eso no impide saber apreciar lo que quizá en un pasado fue mejor, o saber valorar la buena predisposición de su gente (quitando a los cuatro buscavidas) o disfrutar de sus calles que hierven las 24 horas del día.
Fuimos a India a la espera de ver que nos ofrecía y volvimos con ganas de más, un país que nos sorprendió para bien, quitando todo lo malo que pueda tener, un diamante en bruto que no nos importaría volver a pulir algún día quizás en alguna ruta por el sur o el montañoso norte. Satisfechos de haber visto un lugar tan diferente a todo el resto del mundo, único y que siempre será así con sus pros y contras. Quizás no apto para cualquiera pero que todo el mundo una vez en la vida debería ver para aprender a valorar muchas cosas.
Nos viene genial vuestro detallado diario que estamos por allí en poco más de un mes, así que vamos apuntando todo jeje. Y menudas fotacas!!! y os seguimos leyendo que nos dais una envidia muy poco sana de vuestro viaje por Australia.. ah y os añadimos a blogs amigos!
Saludos!!
Hola chicos, gracias por pasaros por aquí y por vuestros comentarios!
Perfecto si os sirve de algo el diario, la próxima etapa es la Barrera de Coral que imagino que iréis. Envidia la nuestra que sois vosotros quien viajáis dentro de un mes para allí! Preguntad lo que sea, por aquí estamos. Qué ruta hacéis?
Gracias también por añadirnos como blogs amigos, tenemos pendiente de renovar la sección también, os añadimos.
Un saludo y felices fiestas!
Robert y Ely
No! Con el comentario nos referíamos a la de esta etapa, de la India!! Volamos a Nepal y estaremos un poquito por la India, por eso nos vendrá muy bien todo sobre algunos sitios como Varanasi, Agra, Delhi..
Lo de Australia es que dais envidia jeje, algún día iremos por allí, pero os leemos que nos gusta mucho como está escrito. Leída la de Sidney esperamos más etapas!
Saludos!!
Aaaaaahhhh jeje ya nos extrañaba que el comentario estuviera escrito en India pero habíamos entendido que viajabais a Australia, nos hemos hecho un lío.
Nepal debe ser muy chulo, a patear montañas se ha dicho! En cuanto a la India igual, cualquier pregunta por aquí estamos. Habrá un antes y un después por eso, es un mundo a parte no hay nada igual.
Nos alegra que os esté gustando Australia os lo recomendamos para viajes futuros.
Un saludo
Robert y Ely
Hermoso, chicos! Muy sincero y sin vueltas. Estoy leyendo muchos blogs mochileros (argentinos y españoles principalmente) porque en octubre voy para allá por un mes y medio y no me canso de conocer más y más de ese país con tanto para ofrecer. Siempre viajo tipo mochilera y en hostels (y ya soy no soy joven) y es la primera vez en CS; me espanta sí un poquito lo de la comida picante pero ya nos iremos preparando. Gracias por toda la info.
Abrazo viajero porteño.
Hola Lejana, muchas gracias por pasarte por aquí y perdón por tardar en contestar ya que estamos fuera. La India es un país muy especial y que para bien o para mal sorprende pero no hay que ir con ideas preconcebidas y esperarse encontrar una India de marajas. En cualquier caso esperamos que vaya fenómeno y no dudes en contar tu experiencia al volver. Suerte con el picante!
Un saludo para Argentina!
Robert y Ely